Capítulo 33

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Kiara

Tres días han pasado desde mi desastroso encuentro con Aiden. El año escolar por fin ha llegado a su fin, permitiéndome tomar un respiro.

El último examen fue dado hace unas horas en el salón al final del corredor, algunos estudiantes todavía los reciben mientras otros vacían sus casilleros, incluyéndome. Los resultados de las pruebas fueron expuestos en el mural informativo, sin privar a nadie de ver sus calificaciones finales en cada asignatura.

No me sorprende ver noventas y cien en mi casilla. Identifiqué las de Jess y tiré una foto para enviarles junto a un emoji de fuerza y ​​confeti.

¡Pasamos!

¡Adiós, gente aburrida y ancianos maestros!

Siii 🥳

Durante diez minutos, me dediqué a limpiar el casillero y guardar en mi mochila todo lo que había acumulado allí. Encontré fotos, maquillaje, libros, cuadernos antiguos y un montón de lápices que en algún momento encontré tirados en el plantel.

Quito las luces y pegatinas pegadas al espejo de la puerta. Clasifico los papeles que van a la basura y los que conservaré, que no son muchos. Una de mis compañeras de clase sale del salón y da una palmada a mi espalda. La despido con la mano y continuo con mi labor.

Me acerco al zafacón cercano, depositando envolturas de caramelos y snacks, bolígrafos con tinta seca y virutas de lápiz.

Cuelgo de mi hombro el antiguo abrigo que utilizaba en temporada de frío, con el logo del instituto impreso en la parte delantera, el cual había olvidado en la profundidad del casillero.

Todavía sigo definiendo los detalles finales del bail y para mi sorpresa, el director Park permitió el uso de los fuegos artificiales al finalizar la noche. Se mostró abierto a más peticiones, lo que me emociona.

En cuanto a Mark, tal como dijo, se fue del pueblo. Un día antes, se presentó en mi salón para despedirse. Dio unas emotivas palabras, me abrazó y abandonó las instalaciones, dejándome con un nudo en el estómago.

Suspiro, sintiendo el sudor resbalar por mi frente. Paso mi mano por esa zona y bebo agua de mi telmo. Cierro por última vez el casillero, entregando la llave en la dirección.

Pero antes de salir, me traslado al bloque C de los casilleros, reconociendo uno en particular. En la rendija de este, deslizo un sobre de papel rosita claro con besos de labial rojo adheridos al papel. Mis recuerdos viven en cada rincón de esta escuela: la biblioteca, la cafetería, el campo de fútbol, ​​la cancha de baloncesto.

Este año, mis únicos dos objetivos eran: pasar el período y pasar desapercibida. Desafortunadamente, solo uno de ellos se hizo realidad.

Comprendí que el mundo tiene su propio curso y que no debemos forzarlo. Si pasaron tantas cosas este año fue por algo.

Nunca pensé enamorarme y me encuentro coladísima por un poeta de cabellera oscura y ojos azules.

Nunca pensé rebelarme contra mis padres y me encuentro con semanas viviendo fuera de casa.

Nunca pensé que este momento llegaría, y llegó.

Alcanzo el coche de la rubia, tomando asiento en el copiloto. Jess ajusta el espejo retrovisor y me mira de soslayo, mi actitud nostálgica es notoria.

—¿A dónde te gustaría ir para celebrar? —pregunta, abrochándose el cinturón de seguridad.

—La casa de mis padres.

.・゜゜・❥・゜゜・.


Parada en el umbral, respiro despacio y toco la puerta. Se escucha movimiento del otro lado y nadie abre durante unos segundos, hasta que una mujer vestida con el vientre levemente abultado y un delantal lo hace.

—Hola, mamá —dije, tímida.

Sus cálidos brazos me envuelven en un fuerte abrazo, posicionando su cabeza en el hueco de mi cuello. Copio su acción. Siento sus lágrimas mojar mi mejilla y sus labios besar mi frente sin cesar.

—Kiara, has regresado —llora—. Lo siento, reaccioné de manera incorrecta y no me di cuenta de mis errores hasta que te marchaste.

Cierro los ojos, sintiendo cómo el amor de mi madre me envuelve. La pequeña panza impide que la abrace más fuerte, pero su delantal y el olor a cena me hacen sonreír.

En el interior, dos brazos más se unen al nuestro. Papá que estaba trabajando en la oficina del primer piso, nos rodea. Tiene una barba de varios días con algunos vellos blancos debido a la vejez y viste ropa de casa.

Besa mi cabeza mientras que mamá continúa lamentando y pidiendo disculpas. Padre se le suma y ante tanto arrepentimiento, me obliga a hablar.

—Está bien, los comprendo. Ser padres no es tarea fácil y sé que siempre han buscado mi bienestar, pero ya estoy creciendo y deben entender que no pueden privarme de mis sueños.

—Tu madre y yo hemos hablado al respecto, llegando a la conclusión de que no somos quienes para cortar tus alas. Tienes nuestro apoyo, Kiara, para lo que deseas emprender.

Madre asiente, acunando mi mejilla con ternura.

—Te amamos, hija.

Me lanzo a sus brazos, besando su mejilla y diciéndole lo mucho que la amo. Hago lo mismo con papá, quien menciona lo mucho que me extrañaba en casa.

Cenamos como familia, parloteando sobre el embarazo de mamá, mi graduación y mis amigos. En un momento dado, Sarah, preguntó sobre aquel chico con el que salía. Con un nudo en la garganta, les dije que habíamos terminado. 

Escucharon atentos e incluso me dieron una charla reflexiva acerca del amor y la vida. ¡Quién lo diría! En fin, fue una bonita noche y todavía más cuando una bola de pelos grises, perezosa, bajó por los escalones.

—¡Mi vida! —grité emocionada.

Estuvo toda la noche en mis brazos como un bebé recién nacido, ronroneando y lamiendo mi palma.

Estaba más gordo desde la última vez que lo vi. Mamá mencionó que le habían reducido las raciones de comida por petición del veterinario. Por cierto, él y papá se volvieron mejores amigos. Cada que quería algo, recurría a él, acurrucándose en su regazo y maullando suave hasta captar su atención.

Viendo la televisión como en viejos tiempos, un correo llegó a mi bandeja de entrada. Noté la notificación porque estaba texteando cuando apareció.

Interesada, abro la aplicación de Gmail; el correo estaba enviado por la universidad donde envié mi solicitud.

Presiona y leo atentamente.

—¡Me han aceptado! ¡Estoy dentro!

Cloud dio un salto de mis piernas, gruñendo. Mis padres ciñen el entrecejo.

—Fui admitida.

Les muestro el correo, el cual leen en voz alta. Se miran a los ojos y me sonríen.

—Felicidades, hija. Serás la primera diseñadora de interiores en la familia.

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora