Capítulo 17

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Kiara

Es irónico: cuando deseas que el tiempo pase lento, transcurre tan deprisa que apenas pestañeas. Y cuando anhelas que pase rápido, se siente eterno, como si el mundo se detuviera a tu alrededor.

En el instituto, hay una costumbre anual: un retiro que busca alejar a los estudiantes del bullicio del mundo y de los pensamientos negativos. Lo presentan como una experiencia espiritual, pero en realidad, es un evento juvenil. Para participar, me inscribí en la secretaría y pagué la cuota correspondiente. El retiro dura una semana, de lunes a lunes.

Todos los estudiantes son bienvenidos, sin importar su género o rendimiento académico, aunque los más involucrados suelen ser los del club. Enfrentar a Mark después de nuestro beso, sin el apoyo de Jess, no me resulta nada alentador y estar sola en la escuela durante una semana sería un verdadero calvario.

Jess se ha convertido en una pieza fundamental en mi vida. Sin ella, me siento perdida. Es el pilar que me mantiene en pie, soportando no solo su carga, sino también la mía, en silencio. Por eso la admiro tanto.

Cloud, o más bien el traidor, no me permitió despedirme de él, estaba durmiendo con papá en el sillón, así que opté por no interrumpir su sueño. En cambio, abracé y besé a mamá y le dejé un beso en el plano abdomen, para el bebé que está por venir.

Las dietas, rutinas de ejercicio y tratamientos faciales han hecho maravillas. Mamá no aparenta su edad. Su estilo de ropa, su manera de hablar y gesticular la destacan por encima de los demás, siempre educándome a ser diferente e insustituible.

En el autobús, con Jess a mi lado, notamos que Liam, también del club de musica, viaja en otro bus, exclusivo para chicos.

—Las habitaciones están organizadas en bloques y cabañas y cada una tiene de dos a cuatro camas. ¡Gracias a Cristo conseguimos hospedarnos solas! —dijo Jess, entre risas, mientras nos agarrábamos de las manos, ganándonos algunas miradas—. Es perfecta para nosotras, frente al lago y alejadas del resto.

—¿Y Liam? —pregunté, tratando de ocultar mi curiosidad.

—Él... —suspiró—. Sospecho que estará con sus amigos. No es que podamos vernos. El retiro es patrocinado por las monjas del pueblo, así que chicos y chicas estarán separados todo el tiempo. Satanás nos haría pecar si no.

Asentí lentamente, comprendiendo algunas cosas.

El sol comienza a ocultarse en el horizonte mientras nos alejamos del pueblo, adentrándonos en la parte oscura del bosque. El camino se vuelve rocoso, haciéndonos saltar y retorcerse en nuestros asientos. Algunas chicas vomitan mareadas; otras, simplemente se desmayan, no acostumbradas a la travesía.

Asqueada, giro la cabeza y cuento hasta diez, evitando mirar a los lados. Jess, inmersa en su música, ignora el caos.

Observo los altos e imponentes árboles, los senderos que han dejado los animales y los arbustos de moras, grosellas y arándanos que servirán para la cena. Al llegar, pasan lista e indican el número de nuestras cabañas y donde están el comedor, el área de juegos y la zona de fogatas.

—Las salidas nocturnas están prohibidas, mantengan dos metros de distancia ante cualquier contacto físico. Todo debe ser supervisado por el personal asignado. Sin más que agregar, disfruten de su estadía con respeto y dignidad —anunció la encargada.

Jess y yo no dudamos en salir de allí con nuestras mochilas y dirigirnos a la cabaña. Tal como esperábamos, era una de las más alejadas, con un pequeño mirador que ofrecía una vista fascinante del lago. La habitación era justa en tamaño, con una decoración sencilla: cortinas grises, muebles de caoba, mesitas de noche con lámparas y un coqueto tocador. El baño común contaba con un retrete, lavabo, un gran espejo y una ducha sin calentador.

No hay cobertura para teléfonos, solo dos enchufes en el espacio.

Mientras Jess se da una ducha, salgo al mirador, deleitándome con el paisaje. Los colores del cielo crean un marco exquisito. Las montañas se alzan en el fondo, majestuosas.

Esta semana es para mí. Cero hombres.

Adiós, admirador secreto.

Adiós, Mark.

He sobrevivido todos estos años sin un hombre a mi lado; ¿por qué debería cambiar ahora? Comprendo el dolor del poeta, el enamoramiento del capitán de fútbol, pero yo... ¿qué siento realmente?

¿Quiero o necesito amor?

Me gusta el chico misterioso, pero no estoy en posición de comenzar una relación. Mamá dará a luz en nueve meses y debo estar ahí para ayudarla en lo que necesite. Además, tengo que terminar mi castigo en detención, trabajar en mis proyectos finales y decidir qué carrera estudiar. Y aquí estoy, pensando en chicos.

Lágrimas silenciosas se deslizan por mis mejillas. Me siento incapaz de tomar las riendas de mi vida. Deseo que esta experiencia sea transformadora y significativa, llena de prosperidad y buen juicio.

¿Qué tienes preparado para mí, destino?

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora