Capítulo 22

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Kiara

El campamento entre risas, escapadas al bosque y fogatas llegó a su fin.

Jess se mantuvo callada todo el viaje. En el desayuno, removía su plato con desdén, excusando su inactividad por falta de sueño. Nada más subir, recostó la cabeza en mi hombro y se quedó dormida. Tarareé mi canción favorita mientras miraba por la ventana, donde centenares de pinos pasaban corriendo junto a nosotros y postes eléctricos.

Una fila de tres autobuses seguía nuestro paso. Diferentes canciones se reproducían en mi playlist, haciéndome brincar en el asiento con sus fuertes e inesperados instrumentales. Cuando se trata de música, soy la persona más bipolar del mundo: paso de baladas de desamor a pop sobre empoderamiento femenino, hip hop y jazz clásico. Mi personalidad varía según el ritmo de la canción, el artista y el ambiente en el que estoy.

Tampoco tengo un estilo de moda definido. Vivo por el arte, que pasa por constantes cambios. Estoy abierta a nuevas expresiones y es notorio en mi forma de vestir. Un día uso un vestido, al siguiente jeans rasgados y al mes faldas de cuero con tops. A mamá no le agradan mis cambios, pero lo ha sobrellevado con los años.

De repente, la música se detiene por falta de señal. Aburrida, paso la vista entre las chicas y me topo con Verónica, que está sentada unas filas atrás, leyendo. Congeniamos muy bien esta semana, no pensé que hablaría con ella más que para pactar los detalles de los murales del insti.

Esta semana fue una locura total: nuevas emociones, amistades y lo más significativo, conocí a mi admirador secreto. Y tengo novio.

Anoche, prometimos no tener secretos entre nosotros. Enumeré sus fechorías, comenté su situación familiar y él afirmó que nunca hizo daño a nadie y que tampoco lo pretendía. Fue inevitable sentir lástima al escucharlo hablar sobre lo mucho que extraña a su madre y la culpa que siente.

Me da igual si pertenece a una banda, si destruyó la escuela, si es del norte o no asiste a clases, se lo dejé claro. Levitaba en las nubes cuando caí en cuenta de que mis padres no saben de mi relacion con Aiden y no se alegrarán al saber a qué se dedica.


.・゜゜・❥・゜゜・.  


Abrí la puerta principal. El bombillo de la cocina estaba encendido y se escuchaba el bullicio de la televisión. Enganché mi chaqueta en el perchero de la entrada y me adentré en la estancia.

Me acerqué a la cocina, dando un vistazo a la nevera. Robé un trozo de pie de piña junto a un vaso de leche tibia. Es domingo por la noche.

Oí un suave maullido a mis pies.

—¡Cloud! ¡Bebé!— corrí a cargarlo. El susodicho replicó mi acción, escondiéndose bajo la estufa. —¿Qué haces ahí? ¡Es peligroso! Sal. ¡Cloud! 

Mis reclamos fueron en vano.

Me arrodillé en el suelo, haciéndole señas para que viniera a mí. Él las ignoró, lamiendo sus patas.

A mis espaldas, escuché la voz de mamá.

—¿Kiara? —lucía adormilada. Intercala la mirada entre mí y Cloud, sonríe con pereza. Palmea sus piernas y la bola de pelos acelera hacia ella.

—Eres oficialmente mi peor enemigo —le declaré la guerra. Mastiqué mi pie, pausadamente, calculando mis próximos movimientos para desheredarlo de la familia.

—Tu padre lo ha domesticado un poco, responde a sonidos y señas. Es un buen compañero —sus ojos, cansados, se fijaron en mis manos—. Debiste avisar que venías tarde, Kiara, te habría guardado la cena. Iré a dormir, este bebé va a matarme.

Cartas en Febrero ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora