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Massé

Tres meses pasaron más lento de lo que deberían, pero pasaron.

Todos los días fueron una lucha constante por levantarse de la cama por las mañanas,  dar el paso fuera de casa, y respirar la primera bocanada de aire fresco.

No veía ni el más mínimo sentido a seguir, pero debía hacerlo, sabía que si se quedaba quieta en un sólo lugar se congelaría, y entonces se pudriría junto al pasado.

Estacionó su auto frente a aquel lugar de mala muerte, y soltando un suspiro se bajó de éste, cerrando la puerta de un golpe y guardando sus llaves en su bolsillo.

Con pasos decididos y el mentón bien en alto caminó directamente a la entrada del bar, la cual era bloqueada por un hombre casi del doble de su tamaño.

Se detuvo frente a él y lo miró directamente a los ojos.

—Tú ya sabes quién soy.

El hombre tomó el comunicador que tenía en su hombro para acercarlo a sus labios y decir:

—Nabongs ha llegado, señor.

Segundos después el hombre llevó dos de sus dedos al pinganillo dentro de su oreja y entonces se hizo a un lado, permitiéndole el paso a la castaña que esperaba impaciente por entrar.

Enseguida la oscuridad la rodeó, podía haber cientos de luces neón que decoraban el establecimiento, pero jamás dejaría de ser un lugar tan lúgubre aquel espacio de cuatro paredes.

Nayeon se dirigió a la barra, y bastó con que el bartender hiciera contacto visual con ella para que éste diera media vuelta y después de mezclar un par de botellas le sirviera en un vaso bastante largo una bebida color azul eléctrico, bebida que no tardó en ser pasada por la garganta de la coreana hasta vaciar la mitad de su contenido.

Soltando un leve gruñido la chica siguió su camino aún con el sabor del vodka en su lengua, y en cuanto encontró aquella cabellera verde que brillaba gracias a las luces ultravioletas formó una sonrisa.

—¡Mi hermosa Yeonnie! ¡Hace siglos que no te veía por aquí, mi vida!

—Hace siglos que no tenía razones para venir —Soltó con un tono algo burlón, haciendo al otro reír por lo bajo.

—Mi pequeña niña, siempre tan divertida —Suspiró antes de pasar un brazo por encima de los hombros de Nayeon y comenzar a caminar con ella aún más adentro del local—. Te hemos extrañado mucho aquí, ¿sabes?

—¿Qué tanto?

—Velo por ti misma.

El hombre señaló con su mano una pared a lo lejos, pared que conocía muy bien Nayeon.

Ésta estaba repleta de volantes de "Se busca" con cientos de rostros conocidos para ella, la mitad de éstos tenían cruces en sus ojos, cruces que significaban lo peor.

El peliverde acercó su mano a uno de los tantos volantes y lo arrancó de la pared, dejando ver a la coreana la foto de sí misma antes de arrugarla entre su puño.

—Ya que volviste y estamos seguros de que no nos traicionarás ya no hay necesidad de tenerte en el salón de la fama, ¿verdad? —Comentó entre pequeñas risas, cargando aquél nombre con la ironía y el sarcasmo más puros que podrían existir.

—Verdad —Sonrió Nayeon con cierto nerviosismo, pasando la saliva retenida en su garganta con un trago de la bebida entre sus dedos.

En silencio siguieron su camino hasta llegar a la última puerta de todas, la cual el hombre abrió y con un ademán elegante de parte de su mano derecha le indicó a la menor entrar.

Under The Blooming Roses (MINAYEON)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora