Under The Blooming Roses (MINAYEON)

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Crackheads

—¿Y este quién es? —Preguntó Nayeon, señalando con su dedo índice la foto de un hombre mayor que estaba sobre la página de su libro de historia. Mina rió al ver de quién se trataba.

—¿De verdad no sabes quién es?

—¿Debería saberlo?

—Es nuestro presidente, Nayeon.

La coreana soltó un suave "oh", causando que la menor soltara una gran cantidad de carcajadas, a las cuales ella se les unió.

Ya habían pasado unos cuatro meses desde el forzoso comienzo de las dos, y para ser sinceros, no habían pasado muchas cosas interesantes.

Aunque no lo pareciera Nayeon había progresado mucho con la historia, más que todo porque Mina encontró una manera muy efectiva de enseñarle.

No supieron mucho más de Momo, pero de vez en cuando notaban que las veía de lejos, e incluso habían ocasiones donde se aparecía de pie frente a la casa de la japonesa. El resto del tiempo Mina se sentía observada, aunque según Nayeon no hubiese nadie cerca.

La relación de las dos mejoró mucho, no eran lo que vendría siendo amigas cercanas, pero disfrutaban de la compañía de la otra, y aunque no fuera con palabras lo demostraban.

—Pensé que sería alguien del siglo XV o algo así —Comentó la mayor después de que las risas de las dos se calmaron, mirando fijamente la foto bajo su dedo—. Es que míralo, podría ser una momia y todo.

—Nayeon —Lloriqueó mientras le daba un suave golpe a la otra en el hombro, llevando su mano frente a su boca para tapar su sonrisa—. Eso es grosero.

—Sabes que yo soy lo contrario a amable.

—Lo sé.

Nayeon le sonrió a la pelirroja, quien devolviéndole con dulzura la sonrisa la miró a los ojos, ya era fácil para ella saber lo que éstos expresaban.

Había descubierto que la única parte vulnerable de Im Nayeon eran sus ojos.

El zumbido del teléfono de Nayeon llamó la atención de ésta, quien lo tomó de su bolsillo y miró el mensaje que le acababa de llegar.

—Te he dicho que no me gusta que uses tu teléfono mientras estudiamos —Suspiró Mina haciendo un puchero involuntario, pero entonces los ojos de Nayeon se abrieron perplejos.

—Mierda, tengo que irme.

Nayeon se levantó de la silla rápidamente, guardando su teléfono y tomando simplemente su chaqueta, ignorando completamente sus cuadernos.

—Espera, ¿a dónde vas? —Inquirió Mina preocupada por el repentino comportamiento de su mayor, bajando las escaleras a gran velocidad tras ella.

—No hay tiempo de explicar, lo siento —Farfulló agitada, abriendo la puerta principal dispuesta a irse, pero la japonesa la tomó rápidamente de la muñeca, jalándola de vuelta dentro de la casa.

—Llévame contigo.

—¿Qué?

—No me siento segura sin ti, por favor.

Nayeon miró sus ojos ansiosos los tres segundos que le tomó decidirse qué hacer.

No tenía tiempo para pelear por algo del que las dos ya sabían el resultado.

—Si vienes conmigo me tienes que prometer que harás todo lo que te diga, y hablo en serio, Mina.

La pelirroja asintió y enseguida Nayeon la tomó de la muñeca y la jaló fuera de la casa.