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En los exámenes extraordinarios pasé 4 de 5, el que no aprobé fue matemáticas. Como pasé más de 3, pasé a segundo con todos mis demás compañeros y amigos.

El primer día en segundo estoy nerviosa y temerosa de entrar y encontrarme con él, con Ernesto, pero tengo qué ir, no me queda más opción.

En la entrada me encuentro con mis amigos: Alejandro, Laura y Abdiel.

Abdiel es el típico gracioso de mi grupo de amigos, inmaduro, siempre hace chistes, bromas, todo lo toma a juego y es una persona muy simpática. Aun así es de los más inteligentes y aplicados en el grupo.

Laura es muy madura, inteligente, siempre es ella la que nos controla cada que alguno de nosotros o todos queremos hacer alguna locura. Aunque nunca se sabe si está de malas o de buenas, es muy temperamental.

Alejandro es el más inteligente de nosotros, quien saca 10 en todas las materías. Tiene su carácter, pero siempre es quién escucha mis problemas, siempre está a mi lado y jamás me deja abajo.

Quiero a todos mis amigos, pero Alejandro es especial para mí.

—Ahora sí ya estamos los imbéciles completos —dice Abdiel.

—Imbécil serás tú —digo de mala gana.

—La Cecy como que no anda de muy buen humor —dice Laura.

—¿Y desde cuando Cecy anda de buen humor? —pregunta Alejandro.

—Mira —lo miro—, yo mejor que tú ni hablaba eh, por algo te dicen “calamardo”.

Laura y Abdiel se ríen.

—No me simpatizas —me dice.

—Y tú a mí menos —ruedo los ojos.

—¡¡YA!! —grita Laura—. Harán que me duela la cabeza otra vez con sus peleas.

—Laura, a ti siempre te duele la cabeza —le dice Abdiel.

—De hecho —decimos Alejandro y yo.

—Mejor vámonos de aquí —Laura comieza a caminar y los demás la seguimos—. ¿Y qué hicieron durante sus vacaciones? Porque yo solo estuve en mi casa.

—Me fui de viaje familiar y subí a un cerro —responde Abdiel.

—Yo me la pasé trabajando y yendo a casa de mi mamá y luego a la de mi papá —dice Alejandro.

—A mí ni me pregunten —digo.

—¿Por qué, Cecy? —pregunta Laura.

—No es nada. ¿Qué clase tenemos ahora? —pregunto, tratando de cambiar el tema.

—Nadie lo sabe. Ahorita nos van a decir —contesta Abdiel.

—Espero no sea matemáticas —digo con fastidio.

—Pues quien sabe —se encoje de hombros.

“Segundo A, al salón 12. Segundo A, salón 12”, dicen por la bocina.

Ese es nuestro grupo, así que mis amigos y yo caminamos a donde nos dijeron.

Antes de entrar, hacemos fila afuera del salón con nuestros demás compañeros que ya están afuera. En eso se me acerca Gibrán, mi vecino y compañero de clase, a quien le caígo mal y me cae mal.

—Cecy, pensé que te ibas a quedar en primero —dice en tono de burla.

—No, para tu mala suerte, aquí sigo, Gibrán.

—La neta qué fastidio seguir viendo tu cara aquí, en la privada y en cualquier otro lado —rueda los ojos.

—¿Por qué dices que en cualquier lado? O sea, literalmente vives al lado mío, pero no vivimos juntos. Bueno, a no ser que tengas fotos mías por todo tu cuarto —río.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora