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Estoy saliendo de la secundaria, junto con mis amigos y Alejandro. El primero en irse es Abdiel, ya que dice que debe llegar temprano a su casa. Después se va Laura. Me quedo a solas con Alejandro y Alexis.

—¿Te acompaño a tu casa, mi reina? —me pregunta Alejandro.

Me pongo nerviosa, ya que le había dicho a Alexis que me acompañara a mi casa, pero no puedo decirle que no a Alejandro, él es mi novio.

—Pues... —pienso en qué decirle, pero para mi buena suerte, suena su celular.

—Espera, bonita, deja contesto... —saca el celular del bolsillo de su pantalón y lo contesta.

—¿Bueno?... —se queda en silencio mientras escucha lo que le dice la otra persona—. Pero se supone que mamá iba a pasar por él, ¿no?... Okey, okey, papá, entiendo... Pasame la dirección de la casa de su amigo y paso a recogerlo... Okey, entonces voy enseguida... Nos vemos al rato —cuelga la llamada y guarda su celular.

—¿Qué pasó?, ¿problemas con tus papás?

—No tanto así. Es que mi hermano sale de la primaria a las 5:00pm, y como mis papás a esa hora están trabajando, la mamá de un compañero de él, se lo lleva a su casa y lo cuida mientras se dan las 7:00pm, y mi mamá lo pasa a recoger y lo deja en casa de mi papá, ya que él sale más noche de trabajar. Pero resulta que mi mamá no puede pasar por él que porque va a salir, entonces me pidió mi papá que pase a recogerlo y nos vayamos a la casa. Me tengo qué ir ya por él porque la señora tuvo una emergencia familiar y tiene qué irse. Yo te quería acompañar, bonita, pero no voy a poder.

—No te preocupes, Ale, yo me voy caminando.

—¿Segura?

—Sí —asiento y le sonrío. Él también me sonríe y me da un beso en la mejilla.

—Te quiero, mi reina. Cuidate mucho.

—Yo también te quiero y también cuidate.

Acaricia mi mejilla, me da un gesto amable y después se va, sin despedirse de Alexis.

—Como que ya no le caigo muy bien a Alejandro, ¿verdad? —me dice Alexis.

Volteo a verlo.

—¿Y cómo le vas a caer bien después de ver cómo me coqueteas cada que tienes la oportunidad?

—Yo no te coqueteo, solo te sonrío y tú y él lo toman de otra forma, no es mi culpa.

—Ay, entonces tú eres inocente de todo, ¿no? Pobrecito.

—Pues sí, lo soy, yo no tengo la culpa —se encoje de hombros y me hace reír.

—Mejor vamos, ¿sí?

—Muy bien —empezamos a caminar.

—¿Y tú te irás caminando a tu casa? —le pregunto.

—Pues sí, no queda tan lejos la casa de mi papá.

—¿Sigues viviendo donde mismo?

—Sí —asiente—. La mayoría del tiempo estoy con mi papá, pero también voy con mi mamá.

—¿Ya se llevan mejor?

—Sí, han sabido superar sus diferentes y ambos están al pendiente de mi hermana y de mí.

—Qué bueno, Alex, eso me alegra mucho.

—Gracias, Cecy —sonríe—. ¿Y tu familia cómo está?

Agacho la cabeza.

—Prefiero no hablar de eso.

—¿Por qué?

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora