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A la hora de receso, como siempre, mis amigos y yo nos vamos a sentar en la última banca para comer nuestros respectivos alimentos y la bolsita de gomitas de osito que ya es costumbre entre nosotros.

—Oigan, tortolos —nos habla Abdiel—, se me ocurrió hacer algo para la clase de artes.

—¿Qué? —preguntamos Alejandro y yo al mismo tiempo.

—Ya se lo conté a Laura, ahora se los contaré a ustedes. ¿Si ven que la profe nos da la oportunidad de cantar o bailar ante la clase para así poder mejorar nuestra calificación?

—Sí, lo sabemos —digo—. ¿Qué con eso?

—Pues como voy algo mal en esa materia, voy a cantar —dice sonriente.

—¿Y sabes cantar por lo menos, wey? —pregunta Alejandro.

—Ustedes nunca me han escuchado, pero claro que sí sé.

—¿Y no te dan nervios o vergüenza? —pregunto—. Vas a cantar ante toda la clase, Abdiel, no es cualquier cosa.

—Sí, la neta sí, pero es preferible aguantarme la vergüenza que llegarle a mis padres con una baja calificación en una materia tan sencilla como artes.

—Bueno, ¿y qué vas a cantar?

—Una canción en inglés de un videojuegos que no creo que conozcan tú y Alejandro.

—Pero Abdiel, wey, piensa en nosotros —le dice Alejandro.

—¿Cómo que piense en ustedes? ¿También quieren cantar conmigo o qué?

—¡No seas imbécil, wey! Me refiero a la vergüenza que nos va a dar a nosotros verte ahí haciendo el ridículo enfrente de todo el salón.

—Alejandro —habla Laura—, no seas malo.

—No es por ser malo, pero es la neta. Abdiel, tú ni cantar sabes, te he escuchado. Y luego vas a cantar en inglés, no jodas.

Abdiel agacha la cabeza, se pone serio, levanta el gorro de su sudadera, se lo pone y se va.

Es raro ver a Abdiel así de triste y serio, él siempre es risueño y hace bromas todo el tiempo, pero ahora creo que Alejandro se pasó en lo que le dijo; lo hirió.

—¡Ahora sí te pasaste, Alejandro! —dice Laura, molesta.

—Ay, Laura, solo le dije la verdad, y lo sabes.

—Abdiel es nuestro amigo. Asi quiera cantar enfrente de toda la escuela, nuestro deber es apoyarlo, no decirle todo lo que le dijiste. ¡Tú no sabes lo que es ser amigo! —se va enojada.

Alejandro voltea a verme, pero yo no sé qué decirle.

—¿Tú también crees que me pasé? —me pregunta.

—La verdad sí, Alejandro. Nunca había visto a Abdiel así. Le lastimó lo que le dijiste.

—No se lo dije para lastimarlo, Cecy, sino porque es verdad.

—Sea verdad o no, Laura tiene razón, debemos apoyarlo. Él solo quiere subir su calificación. La verdad no me gustó verlo así tan triste.

—Bueno, cuando lo vea le pido una disculpa.

—No sé si eso se solucione con una “disculpa”.

Suena el timbre para entrar a clases.

—Mejor vamos a clases.

—Nos toca artes, ¿cierto?

Asiento y él suelta un suspiro.

—Vamos pues —caminamos juntos y subimos por las escaleras sl segundo piso.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora