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Cuando el receso termina, nos vamos directo al salón de la siguiente clase que nos toca, que es español, pero nos quedamos afuera, ya que está cerrada y la maestra aun no llega.

—¿Y de qué hablaban tú y Rosa? —pregunta Abdiel.

—No seas metiche, Abdielano —rueda los ojos.

—¡No soy Abdielano! ¡Soy Abdiel! ¡Ab-di-el! —repite en pausas.

Laura vuelve a rodar los ojos.

—¿Creen que la profesora llegue pronto? Es que tengo qué ir al baño.

—Hubieras ido en el receso, Cecy —me dice Abdiel.

—No me dieron ganas, hasta ahora.

—Qué conveniente —rueda los ojos.

—Yo te acompaño —me dice Laura—. Vamos antes de que llegue.

Laura y yo nos vamos juntas a los baños. Entramos, hago lo que tenía qué hacer y salgo a lavarme las manos.

—Oye, Cecy, quería pedirte disculpas —me dice Laura.

—¿De qué o por qué? —cierro el grifo.

—Por no defenderte como debía de Rosa.

—No importa, Laura, yo sé que ella es tu amiga. Yo también soy tu amiga, pero tú no tienes culpa de que nosotras no nos agrademos. No es justo para ti tomar un bando, yo lo entiendo.

—Sí, pero yo sé que Rosa no tiene razón en tratarte cómo lo hace, ya que tú no le haces nada.

—Ella es así conmigo, contigo no, ella es tu amiga, y yo entiendo bien eso. Entiendo también que por eso a veces te quedas callada o no sabes qué hacer.

—Pero no es por eso que no te defiendo, no es porque ella sea mi amiga.

—¿Entonces?

Agacha la cabeza.

—Es porque ella me gusta.

Eso no me sorprende mucho; conozco bien la orientación sexual de Laura. Fue algo que nos confesó el ciclo escolar anterior, a Alejandro, a Abdiel y a mí.

—Me gusta casi desde el día que la conocí, solo que no me atrevo a decírselo. Espero que entiendas ahora mejor el por qué no puedo decirle algo cuando te dice cosas. No me gusta que sea así, pero me gusta ella, no quiero que se moleste conmigo.

—Sí lo entiendo, te entiendo ahora mejor que nunca. Y no te preocupes, yo no espero que te pongas en su contra solo por mí. Entiendo que te gusta y tienes todo mi apoyo si algún día llegas a tener una relación con ella. Solo que, ¡por favor! No trates de que nos llevemos bien, ya que eso jamás pasará. Bueno, a no ser que ella cambié esa actitud que tiene contra mí.

—Primero Abdielano y todos nosotros nos volvemos normales antes de que eso ocurra —ambas reímos—. Gracias por entenderme, Cecy, por eso te quiero mucho —me abraza.

Después de eso salimos de ahí y regresamos al salón. Aun no entrábamos a clases, pero no miramos a Abdiel ni a Alejandro por ahí, así que vamos a buscarlos. Los encontramos, están sentados en las escaleras y hablan de algo, pero no se han percataron de nuestra presencia. Vamos a hablarles, pero como escuchamos que dicen mi nombre, nos detenemos para escucharlos, sin que ellos se den cuenta.

—¿Cuando le vas a decir la verdad a Cecy?

—¿De qué hablas, wey?

—De que la amas.

Alejandro se ríe.

—No te rías, que todos nos damos cuenta de tus sentimientos reprimidos a ella.

—No sé de dónde sacas tal estupidez, Abdiel.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora