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Enero 2014

Al llegar a la secundaria solo me encuentro con Abdiel y Laura.

—¿Alejandro no ha llegado? —pregunto.

—No lo hemos visto —responde Laura.

—Qué raro, ya casi toca el timbre y él nunca llega tan tarde —digo.

—Pues hay que esperarlo —dice Abdiel.

Nos quedamos ahí a esperarlo. Pasaban los minutos, pero él no llegaba.

—Ya va a tocar el timbre —dice Laura.

—Pues al parecer no vino Alejandro —dice Abdiel.

—Pero él me mandó mensaje en la mañana y me dijo que iba a venir —digo.

—Pues ya ni modo, Cecy —dice Laura—. Vamos a matemáticas.

Caminamos todos juntos, cuando justamente nos encontramos con Alejandro, quien trae en sus manos un oso blanco de peluche navideño y una rosa roja.

—Alejandro, ¿en dónde estabas? —pregunta Laura—. Te estuvimos esperando.

—Ah, es que estaba con un chico que va a entrar a la secundaria, solo hablaba con él y me cayó muy bien.

—¿Va a estar en nuestro grupo? —pregunta Abdiel.

—No sé, aún no se lo dicen, pero es probable porque va a entrar a segundo. Por cierto, algo curioso es que se llama como yo.

—¿Se llama Alejandro? —pregunta Laura.

—No lo sé, solo me dijo que se llama Alex.

—Pues sí es curioso, pero ya mejor vamos a clases, no tarda en... —antes de que Laura termine de decir eso, suena el timbre—. Eso... —asiente.

Laura y Abdiel caminan primero. Alejandro me sonríe y yo a él.

—Bonita, antes de irnos, te quiero dar algo. Digo, quizá ya lo viste, pero aquí está —me entrega el oso y la rosa.

—¡Está bien bonito! —le doy un beso al oso, lo que le hace a él sonreír—. Gracias —sonrío.

—De nada, mi reina —me abraza—. Te quiero.

—Yo también, mi rey —lo suelto—. ¿Vamos al salón?

Extiende su mano, la tomo y así caminamos al segundo piso de uno de los edificios y nos esperamos afuera del salón de matemáticas, hasta que llega la profesora y nos hace pasar.

En este salón nos sentamos por oden de lista, por lo que quedo algo alejada de Alejandro y los demás.

Matemáticas no es precisamente mi materia favorita, ya que jamás he sido buena en ella, pero ni modo, es parte de la escuela.

—Saquen la tarea, pasaré a revisarla —dice la maestra.

No la hice, y no hay una excusa, solo no la hice.

La profe llega a mi mesa y me pide que le muestre mi tarea, pero le digo que no la hice.

—Siempre es lo mismo contigo, Cordero, nunca haces la tarea —me dice en tono de regaño.

—Si quiere pongame cero y ya.

—Te vas en este momento a la dirección por un reporte.

—Profe, no es necesario un reporte. La próxima clase le traigo todas las tareas que me pida, pero un reporte no, ya tengo muchos.

—Pues por algo será... Vaya rápido.

Sé que no tengo más opción, así que mejor me levanto de mi lugar y salgo del salón.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora