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El profesor de electrónica no vino, así que tenemos libre y aprovechamos estas horas para crear el guion de la obra.

—Los personajes de la obra serán: caperucita, la mamá, la abuela, el lobo y el cazador —dice Alejandro, mirando su libreta—. ¿Quién será quién?

—Caperucita sí o sí tiene qué ser Cecy —dice Abdiel.

—¿Y yo por qué? —pregunto.

—Porque eres la única niña.

—¡Oye! —dice Laura, ofendida.

—Ay, Laura, tú con esos pelos la harías mejor como el cazador que de caperucita, la neta.

Alejandro y Alexis se ríen.

—No discutiré eso porque pues igual ni quiero ser caperucita.

—¿Entonces estamos de acuerdo en que tiene qué ser Cecy?

—Yo no estoy de acuerdo —digo.

—Quién esté de acuerdo en que Cecy sea caperucita, levante la mano.

Todos levantan las manos, menos yo, lo que me hace rodar los ojos.

—Ni modo, caperucita, mayoría de votos —dice Abdiel.

Vuelvo a rodar los ojos, pero ya no digo nada porque no tiene caso.

—Yo seré la abuelita —dice Abdiel.

Todos lo miramos raro.

—¿Qué? —nos mira.

—O sea, wey, está el cazador y el lobo, ¿y tú pides ser la abuela? —dice Alejandro.

—Pues sí, ¿qué tiene? Mi prima tiene una peluca blanca que puedo usar.

Fruncimos los ojos mientras lo miramos con extrañeza.

—No tiene nada de raro.

—Si tú lo dices —dice Laura y se ríe—. En fin, yo seré la mamá.

—Pero te tienes qué vestir de mujer, eh —le dice Abdiel.

Laura lo mira mal.

—Sí, prestame tu ropa, abuelita.

Alejandro, Alexis y yo nos reímos.

—Yo seré el lobo —dice Alejandro.

—¿Entonces yo te mataré? —pregunta Alexis.

Alejandro lo mira.

—Si quieres que sea al revés, por mí no hay problema.

—No, yo nomás decía.

Alejandro rueda los ojos.

—Quedamos así: Cecy: caperucita, Laura: la mamá. Abdiel: la abuela. Alexis: el cazador. Alejandro: el lobo —dice Alejandro, escribiendo en su libreta—. Ahora, a inventar la historia y a escribir el guion.

—Que lo haga Cecy, ella es buena para escribir historias —dice Alexis.

Alejandro levanta la mirada y lo mira.

—¿Cómo lo sabes?

—Pues... porque... amm...

—Yo se lo conté —digo—, le conté que a veces me gusta escribir e inventar historias.

—Sí, así es —dice Alexis.

—¿En qué momento? —pregunta Alejandro.

—Pues... un día solo le hice un comentario y ya —digo.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora