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Llego a la escuela, veo a Alejandro y quiere hablarme, pero lo ignoro y sigo caminando hasta entrar a los baños de mujeres. Ahí está Laura, saliendo de una de las puertas, me mira, me saluda y va a lavarse las manos.

—¿Has visto a Abdiel? —me pregunta mientras se lava las manos.

—No, no lo he visto. Miré a Alejandro, trató de hablarme, pero lo ignoré.

—Ay, a mí también me habló, pero igual lo ignoré. Después de lo que le hizo a Abdiel, no tengo ni pocas ganas de hablar con él.

—Sí, ni yo.

En el fondo quiero hacerlo, quiero hablarle, pero sigo molesta por lo de Abdiel, así que eso no ocurrirá.

El timbre para entrar a clases empieza a sonar. Laura y yo salimos de los baños y vamos al salón que nos toca clase; español. Abdiel y Alejandro ya están ahí, pero no pudimos hablar con Abdiel, ya que la maestra llega y nos hace entrar. Alejandro, Abdiel, Laura y yo nos sentamos en donde siempre solemos sentarnos, solo que esta vez ninguno de nosotros le habla a Alejandro.

Así es por el resto de la clase y del día; ignorando a Alejandro, hasta que salimos a receso. Abdiel, Laura y yo nos vamos a comprar algo y depsués nos vamos a sentar en nuestra banca, pero hay un problema: Alejandro ya está ahí. Así que mis amigos y yo nos sentamos en otra.

—¿Y cómo te sientes, Abdiel? —le pregunta Laura.

—Ayer me sentí algo avergonzado, pero ya estoy bien, no pasa nada.

—No te tienes qué sentir avergonzado —digo—. Lo único que tú querías era que tu calificación subiera, y al final lo conseguiste, eso está bien.

—Pues sí, pero no todos piensan así, algunos se burlan.

—Si lo dices por lo que te dijo Gibrán ayer, ignoralo —le digo—. Él es un idiota.

—No lo digo solo por él.

—¿Hablas de Alex? —pregunta Laura.

—La verdad sí me dolió todo lo que dijo e hizo ayer.

—Lo sé, pero igual ignoralo. Él también es un idiota —dice Laura.

—Laura —llega Alejandro—, te estoy escuchando.

—¿Y qué? —lo mira—. Es la verdad, ¿o no te portaste como un idiota ayer con Abdiel?

—Pues sí, pero ya perdonenme. Además, así somos entre nosotros, ¿no? Siempre bromeamos y nos insultamos.

—Una cosa es llevarnos así en broma —explica Laura—, pero otra muy distinta es ser tan mal amigo como lo fuiste tú ayer con Abdiel.

—Pero ya pedí disculpas, ¿qué más quieren que haga?

—Que demuestres que estás arrepentido por lo que hiciste —Laura se levanta—. Vámonos de aquí mejor.

Abdiel también se levanta.

—Abdiel —se acerca Alejandro—, perdóname, bro.

—Te perdono, Alex, neta. Pero por ahora no quiero hablar contigo —se cuelga su mochila.

—Cecy, ¿vienes? —me pregunta Laura.

—Yo...

No sé qué hacer.

—¿Vienes o no? —vuelve a preguntar.

Me levanto y me cuelgo la mochila.

—Cecy... —Alejandro quiere hablarme, pero yo no siquiera lo veo, solo camino con mis amigos.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora