8.

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En una asamblea el director nos informa que se juvilará, lo que sinceramente no nos importa mucho, no es como si lo fuéramos a extrañarlo o algo así, o bueno, al menos yo no, no sé el resto.

Durante los siguientes días el director de la secundaria se va, pero todo sigue de lo más normal, aunque aun no tenemos un director o directora como tal. La que se queda acargo mientras tanto, es la subdirectora, María de Jesus, una mujer sumamemte regañona y prepotente. 

Un día que llego a la secundaria, llego muy alegre, incluso hasta me arreglé un poco, me puse brillo, me enchiné las pestañas, cepillé mi cabello, haciendo que me quedara muy lacio y me puse una diadema con un moño de color blanco con rosa. Me gusta como me veo.

Cuando entro ahí ya están mis amigos, Laura, Abdiel y Alejandro.

—¡Mira la Cecy qué bonita! —me dice mi amiga Laura.

—Qué bien te ves, Cecy, muy bonita —me dice Abdiel, sonriendo.

—Gracias a los dos —les sonrío.

Laura y Abdiel miran a Alejandro.

—¿Qué? —los mira confundido.

—¿No le vas a decir nada a Cecy de cómo se ve? —pregunta Laura.

Alejandro me mira.

—Ahora sí pareces gente.

Río y ruedo los ojos.

—Si bien que te gusta, ¿pa que te haces wey? —le dice Abdiel.

Laura se ríe, pero Alejandro lo voltea a ver de una manera amenazante.

—Bueno ya —Abdiel rueda los ojos.

—Vamos a la tienda, Abdiel, a ver si dejas de decir babosadas —lo agarra Laura de la mano y lo jala.

—¡Eso es imposible! —grita Alejandro, haciéndome reír.

Cuando nuestros amigos se van, Alejandro se agacha ante mí. No sé por qué o para qué, hasta que agarra las agujetas de mis tenis y las amarra.

—Listo —se levanta.

Le sonrío.

—Gracias por eso.

—No hay de qué. El que no te las sepas amarrar, será nuestro secreto para siempre, ¿va?

Asiento.

—Ahora —extiende su mano—, dame tu mochila.

—Eso ya es abusar.

—No si yo estoy de acuerdo.

Le sonrío y me quito la mochila para entregársela.

—Cecy —se acerca a mi oído—, te ves tan bonita.

Sonrío.

Él se aleja de mi oído, pero no de mi rostro.

—Mi reina...

—Mi rey...

Nos sonreímos y nos acercamos un poco más.

—Ay, Cecy... —suspira.

—¿Qué, Alejandro?

—Nada, es solo que... —se acerca un poco más.

—¿Qué están haciendo? —llega Abdiel, haciendo que Alejandro se aleje.

—¿Por qué eres tan inoportuno siempre, wey? —lo mira con enfado.

—Pues ¿qué estabas a punto de hacer, pillo? —alza las cejas.

Todo cambió. Libro #2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora