Soy

55 6 3
                                    

Soy aquella chica que los chicos subjetivamente lindos no observan y si lo hicieran no sería con gusto.

Soy aquella chica que no es suficiente para una relación larga y llena de pétalos blancos para formar una flor llamada estabilidad. Pero sí soy suficientemente buena para pasar el rato.

Soy aquella persona por la cual muchos chicos me acompañarían en la calle, propia de la oscuridad luminosa que provee la noche, sin embargo, no soy aquella chica con la cual alguien dormiría en la noche.

Para la noche soy una puta.

Igual que lo soy para aquellos ojos rasgados de perversidad que bajan la mirada en la calle. Soy buena para mirar, no para estar.

Soy buena para estar callada, sin hablar, mis palabras están cansadas de tanto sangrar, mi voz desgarrada no podría con más.

Pues es que soy aquella chica que es mirada sobre el hombro de mujeres, desearía que me observarán, desearía caerles bien y que me inviten a compartir las dichas que ofrece la tarde en las personas que no son ella, o sea yo.

Pues es que soy aquella chica que los que aún no enfrentan la vejez no voltean a mirar, mi aburrimiento les ha de alejar, sin embargo, soy aquella chica que cualquiera con un anillo enredada en su dedo se atrevería a sonreír, mirar e intentar tocar.

Pues es que los niños ya conmigo no quieren jugar y todo porque soy aquella chica.

Tú no me lo has dicho, pero lo has demostrado y es que estás acostumbrado a decir sin hablar, mirarme sin escucharme y tocarme sin hablarme, ¿por qué nadie quiere estar con aquella chica si no la toca?

Desearía ser un cuadro, una pintura colgada entre la pared, con una cinta que decore mis pliegos y nadie se atreva a tocar, pues que sería tan hermosa que podría lastimar.

Mi mente se agota de ser esa chica.

Mi cuerpo ya no quiere ser esa chica

El asco se apodera de mi, mi mente exhala palabras hirientes en busca de hacer que mis pupilas pierdan, pierdan la guerra constante con el exterior y mi mente que a veces parecen conjugarse.

Nadie quiere oírme o escucharme, tan siquiera dos palabras, o compartir de una película mientras la comida nos llena el vacío persistente y lleno de resignación contra la vida, ellos, todos ellos solo estarían conmigo si toman mis labios, hablan a mi oído sin sentimientos y se refugian en mi cuerpo sin necesitarlo.

Pues es que una vez me dijeron que mi vestido ya estaba viejo, estaba corto y desgastado, que se notaba que mi posesión no estaba en el, entonces pensé en tal vez usar ropa más adecuada, libremente entre comillas aislada.

Me conservé en el sueter y mi cabello al natural, la lucha con la inseguridad se dió a escuchar y de pronto...

El abandono se apoderó de mis días, llamados con un sobrenombre no propio "vida".

Entonces tal vez pensé en cambiar, mi rostro camuflar.

Tal vez pensé en cambiar, mi ropa ajustar.

Tal vez pensé en cambiar, seguro era mi personalidad.

Lo hice y pareció que viniste a mi, pareció que le gusté de nuevo a cualquier otro. Pero yo no quería gustarle, mi corazón si lo anhelaba.

Pues es que yo quería sentirme enamorada, asañada, liberada de la condena que se me había puesto por amar a mi manera.

Pero de nuevo, dicho cometido no sucedió, el temor me embistió y entonces dejé de querer abrazos, besos y caricias, nunca eran sinceras, siempre de mentiras, disfrazadas de la buena intención para luego apuñalar mi corazón, tomar mi cuerpo e irse.

Me he acostumbrado.

Mis ojos no se encuentran con los del amor.

Mis ojos no se cruzan con los del cariño.

Mis ojos no se cruzan con la amistad.

Cualquiera de aquellos conceptos tan siquiera es accesible para alguien como yo. Alguien que ya no es digna del amor.

Pues aquellos disfrazados de amor, ya la han usado, se han cansado y aburrida la han llamado, la han succionado y marchado, como si su corazón no los hubiera escuchado.

Soy yo aquella que ya no quiere escuchar del amor, pues lo confundió con atención.

—Rouse.

LAS CARTAS DE AMOR QUE NUNCA SE ENVIARON Donde viven las historias. Descúbrelo ahora