Capítulo 31: Luz Mortecina

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Me disculpo por lo corto del capítulo, esto es una pausa para poder conectar a lo que sigue. También agradezco a quienes no han perdido la esperanza de que termine esta historia, acabaré en unos años al ritmo que voy, pero la vida no deja de darme eventos canon y desarrollo de personaje bestial :') . Sin más, disfruten de la lectura!

★★★

Eren se juró a sí mismo que jamás volvería a beber una gota de alcohol en su vida, especialmente si se encontraba deprimido. En consecuencia, le dolía la cabeza como si crujiera los huesos del cráneo y el estómago le quemaba luego de pasar la noche entera vomitando. Era su primera resaca, ahora podía confirmar que era una mierda tal como describían; se sentía enfermo, débil, estúpido y con ganas de continuar llorando apenas llegara a la privacidad de su cuarto. Los sentimientos eran ambivalentes: su instinto de alfa seguía furioso por desaprovechar la oportunidad, era una necesidad el permanecer a su lado pese a saber que en realidad Armin lo correspondió por estar en celo y que, por lo mismo, se abrió a él porque Eren era un alfa y no porque realmente le gustara, aunque Zeke insistiera en lo contrario. No lo odiaba, sino que se odiaba por tomarlo a personal y por no poder quitarse la vergüenza. Eren se sintió tocado, incapaz de soportar las caricias en pleno incendio. Sus manos quemaron la piel y aquello avivaba el temor de ser insuficiente. Perdió el control, así como una pequeña llamarada que consume todo por desgracia de una pequeña brisa.

Inspiró profundamente anhelando al aroma de Arlert, dulce adictivo que lo embriagaba en cada suspiro; a su linda cara, fijándose en los pequeños matices de su expresión, su sonrisa, el brillo de sus ojos lleno de alegría. Lo adoraba tanto. No obstante, la imagen pronto se vio manchada con sus propias lágrimas y con ello la expresión de su amado cambió rotundamente a horror que no había visto antes en él como si lo que acabara de hacer fuera parte de una pesadilla. O quizás sí lo era. Fue la misma mueca que vio en él cuando se topó con Reiner en el bar. Irónico que también diera lugar en otro baño.

Se preguntaba el por qué Armin lo miró de esa forma si debía ser él quien estuviera avergonzado por no cumplir sus expectativas. Qué fue lo que vio que le hizo detenerse y luego huir llamando a Levi.

Solo te quiero porque eres un Alfa.

No podía quitarse esa idea de la cabeza, y dolía. Tanta fue la angustia que Eren dejó de pensar. Su cuerpo ya no era suyo, lo que siguió lo vio como una película con pésimo guion escrito por un principiante, penoso era reconocer que él mismo era el autor. Fuera de su papel, Zeke le había insinuado algo que no comprendió del todo. Sus explicaciones debieron ser una broma de mal gusto, pero no, no le vio riendo luego de ello. Era real, su hermano fue cómplice y parecía que no le remordía la conciencia. Las cosas tomaron sentido, se había tardado un poco en comprender las razones del por qué Armin no le correspondía, aunque éste sintiera algo más que amistad por él. No obstante, se preguntaba cómo había sido posible que pudiera sonreír al salir de ese infierno. Si estuviera en su lugar ya se habría matado. Y aquí recordó lo que dijo Marco: sí, Armin lo intentó, y fue gracias a esa intromisión que pudieron conocerse.

Fue en este punto que comenzó la historia.

Le había dado vueltas durante horas a lo poco que conversaron anoche buscando las palabras adecuadas para que Zeke cumpliera con su promesa de llevarle hasta él; sin embargo, no encontraba forma de pedirle perdón. Tampoco es como si lo necesitara, pero quería hacerlo por muchos motivos: por presionar a que saliera con él, por ser un imbécil que pensaba sólo en sí mismo, y también por seguir enamorado a pesar de ser un fracasado. Tenía tantas cosas que decirle, y a la vez quería callar, olvidar que por un momento había convertido a Armin, a ese herido muchacho, en la luz de su vida. Se había equivocado, creyó qué el omega era la luz al final del túnel, empero fue un destello qué se apagó al caminar hacia él.

Seguía parado en el frío páramo.

Cuando llegaron a casa se bajó del auto ensimismado, tampoco es como si pudieran seguir el hilo luego de la extraña conversación con su hermano, mucho menos pedirle que lo llevara hasta la casa del rubio para aclarar las cosas. Carla les abrió la puerta, radiante, aunque fuera por pocos segundos pudo notar su preocupación en el instante que conectaron las miradas. A sus espaldas Zeke saludo por él, feliz como sí lo de anoche no hubiese dado lugar. Su padre le llamó desde la cocina, también se veía animado. Vaya día para andar de cara larga, parecía que todos se pusieron de acuerdo para irradiar felicidad cuando era el único que se sentía en la mierda.

— Eren, justo a tiempo. Estábamos hablando sobre la universidad que-

— Papá basta, no voy a estudiar—, su voz fue lo más parecido a un quejido y se escabulló directo a su cuarto ignorando a su progenitor quién quedó en blanco por la no tan inesperada respuesta. A lo lejos escuchó que Zeke se entrometía en la conversación excusándolo de que estaba bromeando, para luego comentar algo del hospital y así cambiar de blanco para que padre dejara de preguntar por él. Al menos pudo huir sin iniciar una pelea como siempre que hablaban sobre su futuro, y tampoco notaran lo enfermo que se veía por la resaca que se cargaba.

Sus padres esperaban tanto de él solo por el hecho de nacer como un Alfa. ¿Cómo podría decirles que le dejaran tranquilo?

Dolía. Dolía no poder lograr sus expectativas.

Con las cortinas cerradas la habitación era una oscura madriguera. Entró sin encender la luz arrastrando los zapatos pasando a llevar la alfombra del piso; tiró la mochila sin cuidado y luego se dejó caer como peso muerto sobre el colchón. Todavía vestido se dispuso a dormir otro poco pese a que eran las tres de la tarde, su cuerpo pedía por descanso, aunque despertó cerca de medio día. En el silencio de la habitación al fin sus pensamientos se callaron, con ello sus ojos se volvieron a llenar de lágrimas y se permitió continuar llorando al igual que durante el sueño. El dolor quemaba, al respirar se sentía ahogado, el oxígeno le era agua salada entrando por sus pulmones a borbotones; lo peor era su cabeza que parecía retumbar, golpe a golpe, y que los oídos no distinguían sonido más que el de su corazón herido. Aunque había tomado analgésicos seguía con una migraña asquerosa.

Tenía frío, sueño, estaba cansado de vivir. ¿Acaso era normal que doliera tanto? todo dolía, todo le dañaba, que alguien acabará con él puesto qué era un cobarde qué temía acabar con su vida. Pero tampoco quería morir, qué viniera algo que se lo llevara pronto. Y en el momento de pensar en ello fue arropado por el cálido aroma de su madre cargado de preocupación, quién le siguió por instinto para menguar su sufrimiento. La luz del techo le cegó pese a que la figura de Carla ensombrecía a la suya, parada a un costado de la cama acercándose sigilosa a tocarlo.

Lass mich in ruhe—, advirtió inútilmente fingiendo que nada ocurría, pese a que el calor subía por su nuca hasta perderse en sus orejas rojas de la vergüenza de verse descubierto. Cada segundo se volvía más difícil contenerse, más porque Carla en vez de castigarlo estaba atenta a cada uno de sus movimientos.

— ¿Qué ocurre bebé?

Fue innecesario preguntar, le bastó con mirar la encorvada figura sobre la cama para entender qué era lo que había pasado. Con cautela se acercó para evitar que el menor considerara a sus acciones como parte de una reprimenda. Le acarició el cabello con cariño, al romper el hielo procedió a susurrarle palabras amor, en respuesta Eren dejó de contenerse—. Mi niño, a veces las cosas no salen como queremos.

Creyó estar preparada, mas al verlo llorar se dio cuenta que una madre jamás está lista para presenciar el sufrimiento de un hijo. Eren era incapaz de mirar a su madre, no quería que ella viera el dolor en su interior. La escuchó suspirar, luego se sentó a un lado de la cama; se mantuvo en silencio, le acariciaba el cabello detrás de sus orejas lo que lentamente calmó su llanto. En algún momento Carla se acomodó mejor a su lado, abrazándolo por el pecho mientras era arrullado por los protectores brazos de mamá aunque tuviera diecisiete años. Ese momento de intimidad que perdió al crecer era hoy lo qué necesitaba su corazón.






★★★

Todos necesitamos un abrazo en el momento indicado, si no lo tienes aquí ven por el tuyo. Por terapia he vuelto a escribir para encontrarme a mí misma, la vida de adulto me tiene de la vrga no es un meme.

Besitos para todos, se me cuidan <3.

Lovesick [Eremin | AU | Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora