Anexo I: Memorias olvidadas

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Estás accediendo a los recuerdos bloqueados de Armin de hace cuatro años atrás, memorias que enterró su subconsciente para protegerse a sí mismo, razón por la cual no pueden ser narradas de otra forma.

Te conocí un catorce de abril en uno de los patios de la universidad. Eras demasiado perfecto y desinteresado ante mis ojos, y yo ingenuo para percibir tus verdaderas intenciones. Me enamoré de tus pequeños gestos, de las tiernas miradas que me dedicabas cada vez que nos topábamos en el campus y tu disposición para ayudar al resto sin demostrar mayor interés. Eras un ángel, sensible y bondadoso, un alfa como ninguno: un chico sencillo a pesar de ser el titular en el equipo de Rugby, con una creciente popularidad entre los nuevos, incluyéndome. Iba a tus partidos solo para verte jugar, a ver al compañero de curso mayor lucirse en la cancha.

Eras inalcanzable, vivías en un nivel superior al mío en todos los sentidos. Nunca te fijarías en mí, en el chiquillo raro que pasa la mayor parte de su tiempo leyendo, que tartamudea al hablar con desconocidos; que se perdía en la ciudad al ser de un pueblo vecino, de familia humilde, físicamente poco agraciado, flacucho, y omega, la guinda del pastel. Merecías algo mejor, una alfa que fuera tu igual, y sin embargo no pude controlar las ganas que tenía de que me vieras a mí, solo a mi cuando marcabas un punto.

Eras mi sueño, a lo máximo que podría aspirar pese a que sabía que nunca estarías a mi alcance; aun así, eso no me detenía de fantasear que en tus partidos gritabas mi nombre cada vez que atravesabas el arco con el balón bajo el brazo. Qué estúpido de mi parte.

Recuerdo que fue en invierno cuando por fin hablamos, en la fiesta de cierre del semestre. Ese día, ese fatídico día, decidiste elegirme a mí entre tantos para bailar. Acepté nervioso pensando que se trataba de una broma de mal gusto, pero no, tomaste de mi mano y me ayudaste a subir a la pista de baile. Arriba me sostuviste con fuerza de la cintura con tus trabajados brazos y sonreíste con esa coquetería tan tuya que terminó de derretir mi corazón. No necesitabas seducirme con tu cítrico olor para que te encontrara el hombre más guapo de toda la fiesta. Lo eras, y lo sabías.

Los recuerdos luego de aquello son borrosos. No supe si fue por mi inexperiencia bebiendo alcohol que rápidamente mis sentidos se apagaron. Desperté horas más tarde adormecido en una habitación que desconocía, sin mi ropa, con las piernas temblando del cansancio y dolor quemante en donde terminaba mi columna. Entré en pánico al notar que entre mis muslos yacía sangre seca junto a los moretones brotando desparramados en los rincones de mi piel. Temí por lo peor, pero tus brazos me trajeron de vuelta a la realidad: mi primera vez había sido contigo, con el chico del que me había enamorado sin remedio, y no recordaba nada de aquello.

Avergonzado pensé que lo que había ocurrido no se repetiría jamás, que fue un error suyo al llevarme a su casa ebrio, y quizás qué había hecho yo para que se compadeciera de mí, de mi tonto amor, para que me dieras el gusto de coger contigo.

Nunca esperé que me buscaras días más tarde en la residencia donde vivía, y que me pidieras volverte a ver, que al igual que yo tú también perdiste la cabeza por amor.

Fui tan feliz de escuchar que me correspondías.

Fui tan feliz cuando me presumías con tus amigos, en tus redes sociales, en los pasillos de la universidad.

Fui tan feliz que me dijeras que te encantaba mi persona, mi cuerpo, mi aroma a omega. Fuiste el primero en decirme que te encantaba mi cabello, el que yo sigo odiando por lo difícil que es de peinar. Me dijiste que debía dejarlo crecer, largo, y así lo hice, lo mantuve hasta mi cintura por el tiempo que estuvimos juntos.

Lovesick [Eremin | AU | Omegaverse]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora