Capítulo 6: Enfermo de Amor

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Les traigo un nuevo capítulo, espero que lo disfruten tanto como yo escribiendo. Tomé la decisión de siempre añadir su dibujito relacionado con el capítulo al terminar, algo así como su "End Card" a lo anime. Como dato curioso, hasta donde llevo escrito (ch 9) van sobre las 130 páginas, eso que todo correspondería a la primera parte si es que se tratara de un libro :')... sufro de pensar que me falta tanto por plasmar.

Y como siempre, gracias a greengld_, Yukihara123Ryouma, Godneesariana, MeidelyGil, xrckrch, Jeager__Eren y BlueberryA1 por dejar comentarios, no saben cuánto me divierto respondiendo por más cortitos que sean ❤️ Y también a todos los que leen esta historia en silencio o quienes recién se están uniendo a la lectura!

Revisión: 25/03/21, pequeñas correcciones de conectores.

★★★

Era media tarde del domingo. Armin se encontraba de pie en medio del largo pasillo frente a la puerta del departamento que alquilaba Annie, aguardando impaciente a que ella abriera. Con la vista clavada al piso enredaba los dedos en su flequillo y mordía sus labios de la pura ansiedad. Estaba confundido y asustado. Ocurrieron muchas cosas en los últimos días que aún no lograba procesar del todo, razón por la cual necesitaba escuchar la opinión de la persona en la que más confiaba después de su madre, pues claramente con ella no podría tocar el tema como quisiera.

Apenas se asomó por el portal abrazó con efusividad a la chica, siendo correspondido por sus pequeños brazos durante algunos segundos. Aunque fuera más pequeña, la seguridad que le aportaba era inmensa. Armin no decía nada, pero no era necesario para que Annie comprendiera que algo malo ocurría. Pensando en lo peor, dejó que mantuviera el contacto por el tiempo que necesitara, y ya más tranquilo le revolvió los cabellos. Se tranquilizó un poco al notar que su amigo no tenía indicios de haber llorado recientemente o de alguna lesión visible en su piel que indicara haber sufrido alguna clase de maltrato, obviando la sutura de su frente que aún mantenía a consecuencia del golpe que se dio hace unos días atrás.

Se movió a un lado para dejarle entrar, dentro el olor a lavanda acarició agradablemente a su nariz. La luz del atardecer se filtraba por las ventanas del décimo primer piso dando un toque naranja y cálido a las blancas paredes del recibidor. El lugar era pequeño, lo que no le hacía menos acogedor. Contaba con lo necesario para la vivencia de dos estudiantes: una cocina equipada con lo básico, comedor redondo de cuatro sillas ocupado en este momento por Mina, una beta de la facultad de Annie y su compañera de piso; y el recibidor con dos pequeños sillones negros, todo en una misma estancia, además de un baño y dos habitaciones. La chica pelinegra apenas despegó su vista de su libro para saludar a Armin, quien parecía estar preparando un examen por la cantidad de apuntes dispersos sobre el mueble, además de verle más ensimismada de lo normal en pijama con los cabellos desordenados en dos moños a cada lado de su rostro. Parecía que no se había levantado durante todo el día por estar estudiando. De hecho, Annie también vestía un pijama de dos piezas de polar color crema y la rubia melena sin atar, cayendo grácilmente a la altura de sus hombros, detalles que siquiera notó al saludar. Qué despistado de su parte.

Le dejaron tranquila y se escabulleron en silencio en dirección a la habitación de Annie para así poder conversar más a fondo. Estando solos pudo notar la ansiedad a flor de piel en su amigo. La omega le sugirió ponerse cómodo pasándole ropa para dormir que había dejado durante la visita anterior, de todas formas no saldrían a ningún lugar más tarde. Armin agradeció el gesto y se cambió sin importar que la chica le observara, estaba acostumbrado a ello puesto que dormían juntos desde que eran unos niños. Sin embargo, no esperó que la chica advirtiera los recientes cambios en su cuerpo, como el hecho de tener los pechos hinchados. ¿Acaso era tan notorio? se cubrió avergonzado con la camisa de dormir sacando una sonrisa incómoda por parte de su compañera, por más que se disculpara no le quitaría lo abochornado que se encontraba. Terminó de cambiarse lo más rápido que pudo para sentarse a su lado sobre el grueso cobertor de sherpa morado de la cama doble, y se envolvió a sí mismo con una manta rosa con bordados de gatitos que había traído en su mochila: doble protección contra el frío y para no ser escrutado por su mirada. Hoy pasaría la noche en su hogar.

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