Capítulo 16: The Titans

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Se preguntarán por qué no había actualizado, pero fue porque se me pasó la mano con el capítulo que quedó de 17.000 palabras y por eso tuve que partirlo en 3 (my bad). Esta es la primera parte de la fiesta, dentro de poco subiré la segunda ❤. Y como siempre, muchas gracias a todos los que leen mi historia y a Skyonce, alicat_1018, 78999999999909j, borntobewild98, TheCrimsonCurse89, Sabrina12LO, MeidelyGil, Yukihara123Ryouma, MARL0VESAMAYA, xrckrch, noleeaqui, greengld_, AmargaMentes y colatorero por los comentarios del capítulo anterior ❤.

¡Espero que les guste!

★★★

— Mira, mira: bébelo lento para no embriagarte rápido, que no has comido nada y apenas comienza la noche —, explicó Hitch orgullosa de sí misma al instruir a su amigo en el amplio mundo de la coctelería, mas Armin le observaba sin muchas ganas de tentar a su suerte de emborracharse con el mojito que le obligó a pedir apenas se sentaron en la mesa. Conocía de sobra al pobre aguante que tenía su cuerpo ante el alcohol, por lo que temía que su mente se borrara y terminara cometiendo cualquier estupidez de la que más tarde se arrepentiría. Aun así, no podía negar que le atraía probar al llamativo refresco, el que parecía un pequeño acuario con las rodajas de limón sumergidas cuan peces y las verdes hojas de menta asemejaban a algas que trepaban por el cristal hasta toparse con el hielo flotante en la superficie.

No convencido del todo, Armin suspiró preguntándose cómo había aceptado a su propuesta sin siquiera responder a ello, pero ya era demasiado tarde para echar marcha atrás. Tímidamente tomó de la bombilla para llevarla a su boca y así probar de la bebida, la que para su sorpresa sabía más agradable de lo que creyó: el ácido del limón se veía opacado con el dulzor del licor y el azúcar, y la menta agregaba un aroma agradable para sus papilas. El rubio elevó la comisura de sus labios para formar una pequeña sonrisa y así darle a entender a Hitch que había superado la prueba. La beta sentada en el sillón en frente suyo chilló emocionada al ver que al fin se unía a su celebración, brindando al aire con su daiquiri de frambuesa. Armin por un momento olvidó la incomodidad de estar a la espera de su incógnita cita y se permitió disfrutar del momento: era la primera vez en mucho tiempo que salía a beber con amigos, agradable compañía que subía su ánimo y las ganas de convertir a esta noche en un memorable recuerdo.

A petición de Hitch se encontraban sentados en una de las tantas mesas del segundo piso de The Titans, el bar que era la sensación del momento en Shiganshina por contar con música en vivo todos los fines de semana y, por supuesto, por la calidad y variedad de sus servicios a un precio razonable. Le había sorprendido saber que su amiga había logrado obtener la reserva de una mesa con una privilegiada vista frente al pequeño escenario pese a la popularidad del recinto, siendo que los viernes el lugar se llenaba a más no poder y la gente hacía fila en el exterior para poder ingresar apenas hubiese algún puesto disponible. Al parecer, conocía a alguien que trabajaba en aquel local, lo que facilitó las cosas.

Con la curiosidad digna de un niño, Armin escuchaba a la chica hablar sobre banalidades mientras recorría con sus ojos azules a los vistosos detalles del bar casi repleto de gente a pesar de ser recién las diez de la noche. Aunque se sentía algo fuera de lugar e incómodo al sentir la mezcla de aromas entre tanta gente dentro de un recinto cerrado, debía reconocer lo agradable del ambiente. Las paredes de ladrillo rojizo se encontraban empapeladas de fotografías con lugares icónicos de la ciudad, pegatinas de caricaturas de gigantes, de ahí el nombre del bar, y cortinas de luz con luceritos amarillos, además de frases en diversos idiomas que con dificultad leía por su miopía (y por dejar sus lentes en casa) que le resultaban graciosas debido a que algunas fueron mal escritas, quizás por usar un traductor de internet sin saber el verdadero significado de lo que quisieron transmitir. Para aportar luminosidad al amplio salón, cada cierta cantidad de metros había una gran ventana perfectamente circular perforando a los muros con un grueso marco de negro metal, proporcionando una privilegiada visión de los suburbios al encontrarse en pleno centro bohemio de la ciudad, el conocido barrio que nunca duerme al estar casi las veinticuatro horas entre celebraciones y espectáculos. Del techo de blancos tablones pendían hileras de tubulares farolas de rojo papel de diversos tamaños, luces que se atenuaban a la hora de iniciar el número musical de la noche. En el centro de la sala, una tarima circular servía de escenario para la música en vivo, ocupada en este momento solo por los instrumentos instalados y sus correspondientes amplificadores. Para la comodidad de los espectadores, se disponía de blandos sofás de recto acolchado forrados en cálidos colores, todos con una mesa central de superficie de vidrio con un pequeño espacio inferior decorado para simular diversos escenarios de la región. Curiosamente, en la mesa que reservaron se podía observar bajo el grueso cristal la arena con pequeñas conchitas y estrellas hechas de acrílico que emulaban al paisaje costero que tanto anhelaba visitar. Además, gracias a su privilegiada posición podía ver a escasos metros al fondo en diagonal a la larga barra del bar donde preparaban las bebidas los bartender, los que eran casi un espectáculo aparte al hacer vistosos movimientos al servir los licores; y disponían de una hilera de altos taburetes de elegante negro que combinaba con la madera caoba de la barra para que algunos visitantes se sentaran a beber y charlar con los entusiastas muchachos. Y, por último, a la derecha de la barra se indicaba con un luminiscente cartel la señalética para quién requiera utilizar los baños, además del acceso a una pequeña terraza disponible para quienes quisieran salir a fumar o despejarse del ambiente con la fresca brisa invernal.

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