14: Recuerdos en la pista de los sueños

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LANDO

Hoy hace un día de mierda, no me apetecía hacer nada desde esta mañana, cuando empezó a llover. Me pregunto si en Mónaco también estará lloviendo, según lo que me dijo Pierre antes de irnos de Barcelona era que Amélie se iba a ir con Max y Charles a Mónaco.

De repente mientras busco algún canal en la tele suena el timbre de mi casa. Apago la tele y con vagueza voy hacia la puerta, cuando la abro, me sorprendo.

—¿Amélie?

La francesa está en la puerta de mi casa con una sonrisa que solo ella sabe hacer.

—Hola.

Saluda un poco tímida y me echo a un lado para que pase. Pasa y antes de cerrar, Max y Charles pasan descaradamente.

—¡Hey! No os he dejado pasar.

—No hace falta.

Abro mi boca para decir algo pero no sale nada. Cierro la puerta y los tres miran con asombro la casa, casa que no es nada del otro mundo pero parece que para ellos sí.

—¿Lando? ¿Quién había llamado al...?

Mi mejor amigo se queda a mitad de la frase cuando ve a mis amigos.

—¿Quiénes son?

Me mira y sonrío inocentemente.

—Max, estos son, Amélie—la señalo—Verstappen y Leclerc.

Mi mejor amigo asiente y se vuelve para hacer el camino que había hecho antes para volver arriba.

Mis amigos dejan de mirar la casa y me miran a mí.

—¿Vives con alguien?

Pregunta la castaña y asiento.

—¿Se llama Max?

Pregunta el monegasco y vuelvo a asentir.

—¿Por qué en Londres?

—Soy de aquí.

Charles asiente y subo arriba seguido de Amélie.

—¿Dónde está tu cuarto?

—Ahora os enseño la casa, un momento.

Abro la puerta donde Max hace streamings y me mira desde la silla.

—Se van a quedar a dormir, ¿te importa?

—Tío, acabo de conocer a Verstappen, a Leclerc y a la hermana de Gasly, ¡que se queden el tiempo que quieran!

Me río suavemente y vuelvo a cerrar la puerta. Cuando busco a Amélie con la mirada, la encuentro mirando en mi cuarto.

Me acerco a ella sigilosamente y pongo mis manos en su cadera haciendo que me mire por encima de su hombro.

—Se nota que es la tuya—dice.

—¿Y eso?

Frunzo el ceño mientras pasamos para dentro.

—Porque están todos tus trofeos—señala el estante con algunos—porque tienes fotos mías—señala mi mesita de noche y me sonrojo—porque tienes una consola de las de verdad, no las de simulación—señala la consola que me pude llevar a escondidas de Zak—y porque, por supuesto, toda la habitación huele a tu colonia de hombre preferida.

Me mira a los ojos y sonríe.

—Estás como un tomate—añade y sonrío.

—Has descubierto mi lado acosador.

Se ríe suavemente y se queda este momento en mi memoria. Se sienta a los pies de la cama dejándome entre sus piernas y le doy una mirada llena de picardía.

Los latidos del circuito [Lando Norris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora