10: El triunfo del amor verdadero

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LANDO

Amélie se había metido para dentro nada más verme. Pierre me ha dicho que algunos periodistas nos han visto porque han visto a Hamilton y a ella juntos y están empezando a decir que están juntos. Cosa que ha hecho que mi corazón se rompiera en más trozos.

Suspiro y me levanto del suelo. Mañana llegaremos a Mónaco y de allí nos montaremos en un avión privado para ir a Barcelona.

Paso por la cocina y Pierre se me queda mirando, me sonríe triste y yo solo le devuelvo una mueca.

—Siéntate.

Le hago caso y me siento delante suya.

—¿Qué pasa?

—Tú y Amélie hablaréis en el avión.

—¿Pero no me dijiste que tuviera paciencia?

—No puede juntarse con Lewis, Lando, es tu oportunidad, va a estar lejos de Hamilton y tienes que aprovechar. Te dije que no hablaras con ella hasta que el semáforo no se apagase pero la veo muy cómoda y relajada.

—¿Y si sale mal?

—Será mi culpa y no tardará en saberlo, se enfadará conmigo y me mandará a la mierda, pero ya lo ha hecho varias veces. Tiene demasiado carácter.

Algo que no dudaba desde que la conocí. Observé a Pierre, en un principio me había dicho que tuviera paciencia con Amélie pero ahora me dice que hable con ella en el avión que nos llevará a Barcelona pero en el avión no habrá periodistas, en la entrada sí, pero luego no.

—Va a estar con Lewis.

—No—negó con la cabeza.

—Va a estar con Lewis en el avión donde la prensa no puede ver, pero en la entrada y salida sí van a estar separados.

—Bueno, tú inténtalo de igual forma.

—Te digo que no me escuchará.

—Que no te escuche por lo menos, pero inténtalo.

—Te veo muy confiado.

—Es que lo estoy.

Nos levantamos y después de desearnos buenas noches, fuimos a nuestras respectivas habitación.

—Hasta que apareces.

Habló Carlos desde la cama y le di media sonrisa.

—Mañana hablaré con Amélie.

—¿Dónde?

—En el avión.

—No te va a escuchar, lo sabes, ¿no?

—Me da igual, si tiene que culpar a alguien es a Pierre, a mí no.

—Haz lo que quieras, luego no vengas llorando.

Carlos apagó la lamparita y nos dormimos.

[...]

Estoy nervioso. Vamos a embarcar ya y no paro quieto. Max ya me ha llamado la atención dos veces.

—Tío, para ya, me estás poniendo nervioso.

Max me cogió el brazo y me puso a su lado.

—Yo sí que estoy nervioso.

—¿Y eso por qué?

—Creo que hablaré con Amélie—le susurré.

Max me miró sorprendido aunque sonrió.

—Me alegro por ti, yo soy el primero que os veo futuro.

Le sonreí ampliamente y mientras embarcamos, seguimos hablando. Solo esperaba que Amélie no se enfade mucho conmigo.

Los latidos del circuito [Lando Norris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora