28: La decisión de volver a empezar

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LANDO

Estaba en el sótano entrenando, hoy había vuelto a la rutina y no me podía permitir más días según mi entrenador.

Me he despertado temprano para entrenar con comodidad y dejar a Amélie durmiendo.

Me pongo a hacer dominadas en la barra cuando la puerta se cierra con brusquedad. Giro mi cabeza y automáticamente sonrío. Una Amélie somnolienta me observa.

Bajo de la barra y me acerco hasta ella.

—¿Qué haces aquí? Son las seis y media de la mañana.

—Estaba entrenando, vuelve a la cama—le di un beso en la frente y se agarró a mi torso.

—Yo no me voy sin ti.

—Amélie...

—Escucha Lando—nos miramos a los ojos—, te machacas ya lo suficiente como para que ahora te estés machacando muchísimo peor.

Suspiré.

—Necesito entrenar mucho más para poder llegar a tener una carrera, aunque sea una.

Chérie, tu rendimiento en las carreras ya es lo suficiente bueno como para deslumbrar. Tu carrera llegará, tarde o temprano lo hará. No tienes que machacarte más de lo que ya lo haces para ganar una. Te lo digo muchas veces, para mí eres ganador del mundo, incluso.

Le doy media sonrisa y agarra mi cara con ambas manos para besarme los labios con delicadeza. Cuando se separa pega nuestras frentes.

—Vuelve arriba conmigo, por favor.

Asentí y sonrió.

Caminé detrás de ella mientras salimos del sótano y subimos arriba. Nos acostamos en la cama y tardó poco en agarrarse a mi cuerpo como si de un koala se tratara.

Ella se durmió, sin embargo me quedé con los ojos abiertos mientras sentía su respiración tranquila en mi cuello. No sabía que Amélie se había dado cuenta de que me machaco más entrenando que de costumbre, el problema es que por más que entreno, no me surge absolutamente nada. Yo solo quiero darle una alegría a Zak, no soy suficiente aunque todos digan que sí.

[...]

Suspiro mientras remuevo el café. No consigo dormirme, ahora no solo me machaco físicamente sino que también mentalmente. Escucho los pasos de Amélie bajando y no tarda en aparecer en la cocina con los brazos cruzados reclamando mi estancia en la habitación.

—No soy suficiente, Amélie—y de repente exploto, como una bomba temporizada que se acaba de terminar el tiempo. Empiezo a llorar, a sentirme más idiota de lo que ya era—, no soy suficiente.

Amélie corre a mí y me abraza con fuerza. Lloro en su hombro mientras me intenta consolar con cosas bonitas y caricias pero sigo siendo un niño pequeño.

—Lando, eres más que suficiente. Ya lo hemos hablado. Si no, te lo repito, eres más que suficiente. Que no ganas esta temporada, no pasa nada, tienes más para ganar, ¿qué crees? ¿qué Hamilton ganó todos sus mundiales consecutivamente? Se llevó años para conseguir su sexto mundial.

—No es eso—sollozo.

—¿Entonces?

—¿Soy suficiente para ti?

Me separo de su hombro mientras le pregunto. Hacía tiempo que me sentía inferior a muchos de mis compañeros con los que ella se lleva, comparándome muchas veces con mis propios amigos.

—Claro que eres suficiente para mí, incluso más. ¿Quién te ha dicho que no lo eres?

—Nadie—bajo la mirada.

—¿Entonces?

—Me siento inferior, no te merezco, ni muchísimo menos tú a mí, pero ahí estás aguantándome. 

—Lando...

—No sé qué me está pasando, honey, de verdad, no soy celoso, nunca lo he sido con nadie pero no te voy a mentir, más de una vez me han dado celos de verte tan feliz con nuestros amigos y no verte tan feliz cuando estás conmigo.

—Son inseguridades que tienes, Lando. Nadie es mejor que nadie ni peor. Yo te quiero mucho y yo sé que tú a mí también, pero tus inseguridades te hacen creer que yo no te quiero tanto como lo hago, o que tu rendimiento en las pistas es una mierda comparado a lo que es, o que si un fallo del coche y te hace pasar un DNF es tu culpa. Eso son tus inseguridades, pero créeme, las inseguridades las tienen todos, aunque veas a una persona muy sonriente, a veces, las personas más sonrientes son las que más rotas están.

—Entonces..., ¿no soy un idiota?

—Claro que no, chérie—se sentó en mi regazo—eres de todo, menos idiota. Y si hace falta, te lo recuerdo antes y después de una carrera.

Sonrío. Creo que Amélie debería de ser psicóloga. Acaricia mi mejilla con delicadeza, mis manos se van a su cadera cuando noto que se echa para atrás.

—¿Y tú, Amélie? ¿Tienes inseguridades?

—Más de las que piensas, Lando.

Nos besamos, el beso sabía salado por mis lágrimas que seguían cayendo aunque ya estuviera más tranquilo. Se separó de mis labios y se acurrucó en mi pecho.

—Te amo, chérie.

—Y yo a ti, honey.

Los latidos del circuito [Lando Norris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora