27: Rivales y aliados en la pista del corazón

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AMÉLIE

Me desperté con su respiración tranquila en mi cuello. Ayer nos quedamos dormidos en su motorhome y por eso seguíamos aquí. Enrollé un rulo de su pelo en mi dedo y lo estiré, cuando lo solté, volvió a su posición original.

—Deja mi pelo, mis rulos son fantásticos, lo sé—habló con la voz ronca y maldije en mi mente de lo sexy que sonaba.

—Te lo crees tú.

—Pues claro, si no, ¿quién?

—Yo.

Se encogió de hombros. Me soltó y me levanté para ir al baño. Hice mi rutina y cuando salí, el olor a café inundó mis fosas nasales. Caminé hasta la cocina y me ofreció una taza a lo que agradecí a diosito por darme un novio tan bueno y cariñoso.

—Gracias.

Me senté en la encimera y se coló entre mis piernas.

—Tú y yo tenemos cosas pendientes para hablar.

—Ah, ¿sí?

Me hice la tonta. No iba a aceptar en voz alta que me moría por tener sexo con él.

—No te hagas la tonta, honey. Esta mañana he sentido como tus bragas goteaban por mí.

—¿Por ti? Ya claro.

—Ajá, y mi sueño no es ser piloto.

—Tu voz es muy sexy por la mañana—confirmé.

—¿Te caliento por la mañana, Amélie?

—No lo haces tú, lo hace tu voz.

—Como si mi voz no fuera mía.

—Pues no, es mío.

—Cuando te pones celosa me pareces sexy y bueno, en cualquier momento, incluso en el menos apropiado para pensarlo. Siempre me tienes duro, Gasly.

—¿Me tengo que sentir orgullosa?

—¿Que me empalme cada vez que te veo no es suficiente orgullo?

—No, es asqueroso.

—Tú sí lo eres.

Le miré ofendida y sonrió.

—Te odio.

—Y yo te amo.

Nos besamos en un arrebato de cosas. Nos besamos con ganas y cuando se separó, me bajó de la encimera y me guió hasta la cama en brazos.

—Vístete, tenemos un vuelo que coger y disfrutar de una casa preciosa.

Ah, sí. Eso no lo he contado. Desde que nos mudamos juntos pasamos más tiempo en la cama que en cualquier otro lado, pero se siente tan bien que es algo que ni me importa ni me importará. Nos vestimos en tiempo record y no tardamos en ir al aeropuerto para coger el vuelo.

Llegamos y nos montamos en su avión privado.

Son nueve horas de vuelo y lo único que vamos a hacer es dormir.

[...]

Acabamos de llegar a Londres. Como siempre, está lloviendo. El chófer nos deja en la puerta de casa y muevo a Lando para que se despierte.

Chéri, despierta, ya hemos llegado a casa.

Asintió con los ojos cerrados pero ni se movió.

—Norris, venga, dale.

Sin tener cariño ni cuidado me bajé del coche haciendo que se cayera para el lado a falta de mi hombro.

—Joder, Amélie.

—No te despertabas—me encogí de hombros mientras lo tenía detrás con la maleta.

Abrí la puerta y Lando fue a dejar las maletas en nuestro cuarto. La casa tenía cuatro habitaciones, la principal es nuestro cuarto y el resto son habitaciones de invitados aunque en una, está mi biblioteca personal. El salón y la cocina están unidos y lo único que los separa es la gran isla que me maravilla. En el sótano está el gimnasio donde Lando entrena y algunas veces lo hago con él. Y luego está el jardín que es enorme, tiene piscina y todo.

Subo las escaleras y escucho el agua del baño. Supongo que Lando se estará bañando así que me meto en el vestidor para ponerme el pijama.

¿Honey? ¿Has subido?

—¡Sí! Estoy en el vestidor.

Lando aparece y se posa en el marco de la puerta, observando con atención todos mis movimientos mientras me ponía su camiseta para usarla como pijama.

—¿Te he dicho alguna vez lo bien que te quedan mis camisetas?

Lo miro y sonrío. Tiene el pelo mojado y algunas gotas de agua caen por su rostro seguido de su torso. No tiene camiseta y me dejan unas vistas maravillosas.

—No hace falta que me des repasos cuando me veas, ya sé que estoy bueno.

Me sonrió ladinamente y negué con la cabeza mientras lo dejaba de mirar y me ponía las zapatillas de estar por casa.

—¿Yo te he dicho algunas vez que tienes un ego que te lo pisas?

Me acerqué peligrosamente a él. Miró mis labios fugazmente y sonreí.

—Te amo, honey.

—Yo más, chéri.

Me besó y se separó cuando le mordí el labio.

—Vamos a la cama.

Asentí y nos acostamos en la cama. Disfruto sus caricias en mi espalda y no tardo en quedarme dormida en su pecho.

Los latidos del circuito [Lando Norris]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora