11.

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Betsy

Estoy dando pasos gigantes hasta el ascensor y me maldigo por no haber sacado mi teléfono y la llave del cuarto.

Bajo al lobby aún con el pecho agitado sin poder evitar rememorar sus besos, su tacto, sus jodidas tetas que no había tocado desde que éramos unas adolescentes.

Pero aquí la única culpable soy yo ¿cómo se me ocurre besarla otra vez?

Estoy ardiendo por fuera y frustrada por dentro sin saber que carajos hacer porque no pienso devolverme y dormir en esa habitación como si nada hubiera pasado.

Doy vueltas como loca y me termino sentando en una de los sillones grises de espera que tienen aquí.

—Hey, ¿todo bien, señorita? —me pregunta la rubia que hace rato estaba en recepción.

—Si, solo no está siendo una buena noche...

Le respondo y se sienta en el sillón de enfrente.

—Entiendo... ¿puedo ayudarte en algo?

Asiento desesperada.

—¿De verdad no hay otra habitación disponible?

—No, lo siento —me contesta apenada —supongo que no debe ser nada cómodo compartir habitación con tu jefa, en especial cuando te gusta.

—Eso no es cierto —contradigo de inmediato.

—Oye, se gustan —insiste —mi radar lésbico no me falla.

Suelto a reírme.

—Ah ya, ¿y que más te dice tu radar, Hannah?

Me fijo en el nombre de la pequeña placa dorada que reluce en su blusa tipo polo carmesí con el logo del lugar.

—Ahorita mismo que estás más caliente que una brasa —juguetea con su cabello y me dedica la misma sonrisa coqueta de cuando llegamos y se la devuelvo —¿o me equivoco?

Niego con lentitud.

—Cuéntame, Hannah —me levanto y cruzo mis brazos mientras me acerco —¿Tienes tiempo libre esta noche?

Le consulto acariciando un mechon de cabello que huele delicioso, es un aroma cítrico.

—De hecho, acabo de terminar mi turno e iba a descansar a mi habitación.

Dios, tú y tus benditas coincidencias.

—Qué bien por ti... —ensancho la sonrisa al igual que ella.

De la nada estábamos de camino a su cuarto besándonos aparatosamente, está en el primer piso del hotel, en un pasillo largo con alfombra roja.

Al llegar a su puerta nos separamos para que pase su tarjeta por la cerradura que abre el lugar. La rodé de la, cintura y vuelvo a tomar sus labios mientras ingresamos.

Ella tiene algo de control desajustando mi bata de albornoz y le desacomodo su blusa que termina en el suelo al igual que la mía. Mis manos se van al cinturón que desabrocho y termina quitándose el pantalón.

La tumbo sobre la cama una vez que queda en ropa interior y la contemplo, su piel bronceada, sus curvas tentadoras y sus pechos erectos provocándome mientras me coloco encima suyo.

Para mi sorpresa me gira de un solo movimiento quedando sobre mi y fija su mirada en mi diciéndome todo con la sonrisa.

Empieza a besar mi cuello, luego mi, clavícula y por último mis senos descendiendo hasta mis muslos donde se deshace de mi cachetero rosa haciéndome jadear desesperada en el proceso.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora