20.

8K 667 47
                                    


Betsy

La sonrisa no se me quita de la cara después de salir de la oficina de Eli.

—Espero que te hayan regañado mucho —me dice Brandon y le ruedo los ojos.

Ni si quiera él me va amargar el momento.

—¿Y por qué se tendría que regañar, Betsabeth? —aparece victoria y el cargo de consciencia impacta nuevamente en mi ser dejándome muda cuando clava sus ojos azules en los míos.

Bueno, ella quizas, si.

—Por nada, señorita Gibson —responde Amy —No le haga caso a Brandon.

—No, si hágame caso —alega él —¿Qué opina de que traigamos a nuestros hijos a la empresa?

Le cuestiona con sarcasmo y me hace apretar la mandíbula.

—Opino que este no es un ambiente apropiado para un niño y espero que no la hayan hecho —contesta ella —los niños suelen ser muy desastrosos, sucios y bullosos.

Mi ceja se alza por sus referencias.

—Disculpa, pero Luca se portó muy bien y al parecer al único que molestó fue a mi compañero que no puede mantener su boca cerrada —le digo y ella niega con desaprobación.

—Lo siento Betsabeth, pero espero que sea la única y última vez —me asevera mirando su teléfono —no quiero niños merodeando mi empresa.

—Si, no se volverá a repetir —prometo.

No voy a discutir con ella.

—Sabía que tú si ibas a poner orden, Vic —se burla Brandon y ella se le ríen en la cara.

—Betsabeth, acompáñame un momento a la sala de junta —me pide y hace que mi corazón se acelere de los nervios.

Solo le asiento y como puedo muevo mis pies y la sigo a la sala de juntas.

—Si es por lo de mi hijo.... —intento decir cuando ingresamos.

—Oh, no ese tema ya está aclarado —me asegura —pero si te encargo que no vuelva a pasar.

—Si, descuida... —carraspeo —¿entonces, que hago aquí?

—Te llamé porque quiero que me aclares unas cosas.

Mierda, ¿sabrá algo?

—¿Qué cosas?

—¿Por qué te cae tan mal mi Eli?

¡¿Mi Eli!? ¡¿Desde cuándo es su propiedad?!

—Eh, bueno supongo que ambas fuimos muy competitivas en el grupo de porristas —se me ocurre decirle —quizas solo es costumbre.

Claro, como la manoseada que se dieron en su oficina.

Me reprocha mi conciencia

—Sí, siempre odié eso de ella —confiesa y mi frente se arruga —aquí entre nos, no le veo la gracia a destacar en algún deporte, usar ropa apretada y sudar —se ríe y a mi no me causa gracia —lo bueno es que quedó atrás.

—Aja —respondo sin darle importancia, aunque me cuestiono como es que Eliana terminó con alguien como ella.

—Bueno, también me intriga como es que una Robinson está trabajando para mí en lugar de estar manejando su propio imperio empresarial ...

Cuestiona y me le rio.

—No me tientes, que si me da la gana puedo irme a trabajar con mi padre —ironizo.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora