17.

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Eliana 

Betsy se calma en mi hombro, sus sollozos son como patadas al pecho mientras la rodeo, con mis brazos.

—Ya no llores, por favor —le pido acariciando su cabello dorado. 

Ella se aparta de mi limpiando la humedad de sus mejillas.

—Si, no vale la pena —articula con sus ojos húmedos aún. 

—Vamanos.  

—Está bien, pero antes... —me agarra la mano —hagamos una travesura. 

De la nada soy jalada siendo obligada a correr por el gran jardín hacia la parte trasera de la cocina. 

—¡Betsy! —escuchamos a la señora Robinson gritar mientras corremos y nos reímos.

Llegamos a la cocina y nos escabullimos agachadas por la isla mientras las domésticas organizan que van hacer con el banquete que nadie ha probado. 

Salimos igual de sigilosas, vemos a Santiago en la entrada revisando su, teléfono.

Llegamos a las escaleras y corremos con la adrenalina ebulliendo en mi sistema como cuando hacíamos piruetas en las presentaciones. 

Intuyo el lugar al que me quiere llevar y entre risas traviesas entramos al cuarto cuya puerta tenía unos pompones rosados con una B dorada en el centro pegados a la pared. 

Todo queda en oscuridad cuando cerramos la puerta así que enciende la luz mostrándose el gran armario blanco, la cama grande con bordes  redondeados rosas con sus mesas de noche que combinan con lámparas rosadas al igual que sus paredes. 

—Vaya, si que te gustaba el rosa —comento.

—Todo está igual... 

Medita más para ella. 

—Supongo que nunca perdieron las esperanzas de que volvieras y lo mantuvieron así... 

Ella niega decepcionada detallando el lugar. 

—No me interesa —asegura —te traje aquí para mostrarte algo, claro, si es que aún está. 

Se mete al armario en donde empieza a rebuscar. 

—Santo cielo, como me permitían salir con esto —se queja tirando al suelo una blusa con el estampado de animal Prince y cuello de peluche haciéndome reír. 

—Ya Bee, ¿qué buscas? —inquiero curiosa y nerviosa a la vez porque siento que en cualquier momento entran los señores Robinson. 

—Ya lo verás, si lo encuentro... —sigue revolviendo todo —estoy segura que lo puse por aquí... ¡ajá, lo encontré! 

De la parte trasera de un pilo de ropa saca un estuche de cuero café con forma restangular amarrado con una cuerda del mismo material y mis ojos se explayan al sopesar lo que es. 

—¡Para ti! —me lo entrega con una sonrisa traviesa mientras observo el paquete con incredulidad.

—¿Es lo que creo que es? —pregunto, saltando emocionada mientras lo abrazo contra mi pecho, una sonrisa radiante iluminando mi rostro mientras ella asiente con entusiasmo—. ¡Oh, no puedo creerlo! ¡No puede ser!

Con pasos cargados de emoción, me dirijo hacia el escritorio blanco, adornado con varios cajones y una impecable iMac, donde desato el nudo que envuelve el paquete. Dentro, encuentro una explosión de colores: decenas de lápices de colores, barras de carbón, una goma de borrar y mucho más. La emoción me embarga mientras contemplo mi nuevo tesoro, imaginando las infinitas posibilidades que me ofrece para dar vida a mis creaciones que hasta el momento solo vivian en mi cabeza.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora