42.

4.9K 541 121
                                    

Betsy

Una semana después, decidí tomarme mi tiempo para encontrar trabajo. Con mis ahorros, sé que puedo vivir cómodamente durante un par de años sin generar ingresos. Por eso, he estado disfrutando de este tiempo libre junto a mi bebé.

Cada tarde, lo recojo de la escuela y lo llevo a las clases de motocross. Es increíble ver cómo se ilumina su rostro cuando monta su pequeña moto, siguiendo mis instrucciones con entusiasmo y determinación. Le enseño cómo manejar cada curva, cómo ajustar la velocidad y cómo mantener el equilibrio sobre el terreno irregular con palabras que pueda entender.

Entre risas y adrenalina, construimos recuerdos inolvidables juntos en la pista de motocross que no cambiaría por nada.

También he tenido que aguantar a su padre que insiste en algo estúpido que no voy a permitir y no se que tengo que hacer para que desaparezca.

—Es mi hijo, Betsabeth, no quieras hacerme recurrir a las leyes para reconocerlo —intenta amedrentarme Eleazar, pero solo me le rio y no se a dónde se ha ido mi miedo por él.

—Hazlo, ve y diles que me embarazaste siendo una adolescente en un centro clandestino donde me maltratabas de todas las formas posibles —le replico viendo a nuestro hijo corriendo alegre con sus demás compañeros —sin contar las denuncias que, aunque no hayan procedido, quedan como antecedentes de tus mierdas.

—Tu insolencia me mata, mi niña, pero te las cobraré cuando te tenga de rodillas nuevamente.

—¿Ahora resulta que eres un vidente? —me burlo, desafiante, como si no fueras el mismo que me dejaba sin comer y me azotaba con el látigo —. Sabes qué, busca un bosque y piérdete, o súbete al Titanic y húndete, o métete en un armario y lárgate a Narnia, pero déjame en paz porque no te soporto —me exaspero.

Voy hacia mi niño mientras él se queda con los labios entreabiertos, Luca me llama para mostrarme su nueva acrobacia, y lo aplaudo con orgullo.

En las noches, he salido con Anne y Vanessa, con quienes he ido a un par de antros. Aunque me cueste admitirlo, no ha pasado de unos bailes y besos con ellas.

Anne, Vanessa y yo nos sumergimos en un beso apasionado en la cama mientras nos despojamos de nuestra ropa en la cama de un alejado motel. Trato de poner mi mente en blanco con nuestros cuerpos se entrelazándose entre si, cada contacto alimentando el fuego que arde entre estas chicas y trato de contagiarme.

El suave murmullo de la música de fondo crea una melodía sensual que acompaña nuestros movimientos, mientras nuestras manos exploran con delicadeza los contornos de nuestros cuerpos. El aroma embriagador del perfume de Anne se mezcla con el dulce aroma a vainilla que flota en el aire, creando una sinfonía de fragancias tentadoras.

Sin embargo, conforme avanzamos, un eco del pasado resurge en mi mente. Flashes de la invaden mis pensamientos, su oficina, mi cama, su auto, Malíbu, su cumpleaños, todo recordándome el dolor que aún no he superado. Un torrente de emociones contradictorias me abruma, y en un instante de claridad, me aparto bruscamente de ellas.

El silencio se apodera de la habitación, roto solo por mi respiración entrecortada y el eco de mis propios pensamientos. Las miradas confusas y sorprendidas de Anne y Vanessa me encuentran, pero no puedo articular ninguna explicación. Mi corazón late desbocado, luchando contra la tormenta de emociones que amenaza con consumirme.

Con un suspiro de pesar, me disculpo y me alejo, dejando atrás la promesa de lo que podría haber sido.

Es como si esa maldita loba estuviera latente en mi mente, recordándome la traición y haciéndome sentir furiosa conmigo misma por siquiera considerar la idea de estar con alguien más mientras ella quien sabe cuántas veces se debe haber revolcado con su prometida y me enfurece más.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora