13.

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Betsy

Mi corazón late rápidamente, a mis pulmones les cuesta recibir oxígeno mientras huyo en los pasillos del centro sin nada por arriba por lo que tengo ligeros escalofríos en mi espina dorsal.

De repente todo se minimiza a mi alrededor, las paredes se hacen pequeñas transformándose en aquella maldita habitación en la que me encerraban sin tener a donde ir. 

Me atrapó. 

Una cama de piedras pequeñas, pero filosas, yace debajo de mis pies. 

—¡Incate! —me grita haciéndome voltear. 

Allí lo veo, agitando su látigo de cuero café y la furia denotando de sus ojos. 

—¡No! —chillo buscando una salida, pero no la hay. 

—¡Me escondiste a mi hijo por 6 años, tienes que pagar! 

Solo doy para correr, pero su mano me alcanza y ejerciendo fuerza en mi hombro me arrodilla. 

Las piedras se me incrustan en la fina piel que se maltrata y me enmudezco aguantando el dolor que desencadena.

—¡Tú no lo mereces, déjame en paz! —le ladro y siento su ira con la que eleva el látigo dispuesto a castigarme y... 

Me levanto de un respingo en la cama, con taquicardia rememorando lo que es ser flagelada. 

Respiro profundo una y otra vez, tal y como me enseñó Thomas, cuando mi extremidades comienzan a temblar como años atrás. Cuando me logro calmar me levanto y voy al baño donde me echo un poco de agua fría en la cara que ni siquiera me desmaquillé. 

Tengo toda el rostro enrojecido e hinchado por el berreo de la noche anterior, no lo pude evitar, llorar hasta que me quedé dormida porque contarle todo a Eli fue revivir lo que tanto me ha costado superar. 

Mi teléfono suena y me apresuro a tomarlo de la mesita de noche. 

—Hola, mi corredor de moto favorito —le respondo a Luca que arregla todo con su sonrisa inocente. 

—¡Mami! —me saluda mi pequeño —anduve en moto y fue increíble, me caí muchas veces. 

Me rio, no hay mejor manera de aprender que cayéndose. 

—Lo sé, la próxima te llevaré yo —le prometo —y te daré algunos consejos para que puedas hacerlo mejor. 

—¡Si, ya quiero verte! —me pide emocionado. 

—En unas horas, amor —le aseguro —te amo, ve a cepillarte los dientes. 

Le pido y es Thomas el que toma su lugar cuando sale corriendo a su cuarto. 

—No hay duda que sacó tu determinación, se cayó muchas veces, pero nunca lo dejó de intentar. 

Sonrío orgullosa y las ganas de compartir mi deporte favorito con él se intensifican. 

—¿Pero qué pasa, Betsy? —me cuestiona preocupado dejando a un lado su taza de café —se nota que has llorado. 

—Nada, solo creo que no debimos volver —mi voz suena asustada —Lidiar con el pasado está siendo más difícil de lo que creí. 

Él lanza un suspiro. 

—Oye, apenas llevamos una semana aquí para determinar eso —remarca —tú puedes, tienes una fuerza increíble y no te puedes quebrar tan pronto. 

Le hago un intento de sonreírle. 

—Nos vemos pronto —me despido. 

Posteriormente me comienzo a arreglar para el último día aquí, esta vez opto por un traje más formal puesto que van marcas más prestigiosas. 

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora