48.

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Eliana

Con el corazón aún latiendo desbocado después de verla, me encamino hacia el departamento de Victoria. No puedo creer cómo me he dejado engañar así, cómo he caído en las artimañas de esta familia que ostenta un falso prestigio en la industria de la moda. Es como si mi corazón estuviera roto en mil pedazos, y cada paso que doy hacia ese lugar me recuerda la ingenuidad que me llevó hasta aquí.

Al llegar al departamento de Victoria, respiro hondo antes de entrar, preparándome para enfrentar lo que sea que me espere al otro lado. Encuentro a Victoria sentada en el sofá, con una expresión de frustración y rabia en su rostro. Sus cabellos están desordenados y su ropa desaliñada, como nunca antes la había visto. Su padre está a su lado, tratando de contenerla, mientras su madre se mueve agitada en la cocina, preparando no sé qué. La tensión en el ambiente es palpable, y apenas cruzo el umbral, puedo sentir el peso de la situación sobre mis hombros.

—¿Por qué demonios demoraste tanto? —me reclama Victoria, con sus ojos verdes un poco desorbitados.

Victoria se levanta del sofá con un gesto brusco, dejando a su padre detrás de ella, quien parece estar luchando por mantenerla bajo control.

—¿Por qué crees? —inquiero con sarcasmo —tuve que darle la cara a los trabajadores del almacén a quienes no se les había pagado... ¿Qué clase de personas somos como para dejar a un grupo de personas sin el sustento que llevan a su casa?

—Ay, por favor —bufa en el mismo tono —eso es lo de menos, su estilo de vida no es igual al de nosotros ni de nuestros socios, así que podrían esperar un poco el sueldo por el que deberían estar agradecidos cuando se les pudiera pagar.

—No, no les deben agradecer nada porque están trabajando honestamente, y por nuestra negligencia, tuvieron dificultades económicas el último mes... —replico indignada.

—Escucha, eso es lo menos importante porque al final de cuentas se les iba a pagar —añade el señor Gibson —pero como ya es de conocimiento de ustedes, la empresa venía en picada y no podíamos dejar a nosotros ni a nuestros amigos sin la parte que nos correspondía.

Me quedo incrédula ante sus palabras.

—Pues deberíamos hacer algo al respecto, ¿no cree? —intervengo, mirándolo directamente a los ojos —. No podemos simplemente ignorar las consecuencias de nuestras acciones y esperar que todo se resuelva mágicamente con ayuda de los Robinsón.

El señor Gibson frunce el ceño, claramente molesto por mi interrupción.

—Estás siendo imprudente, Eliana. No es asunto tuyo cómo manejamos nuestras finanzas—responde con dureza.

Me muerdo el labio inferior, conteniendo mi frustración ante su actitud arrogante.

—Pero sí lo es cuando afecta a personas que dependen de esta empresa para sobrevivir, y mi nombre consta en los documentos legales —insisto, desafiante—. ¿O acaso mi estatus como tu pareja es solo una fachada más para ti? —agrego, dirigiéndome a su hija, quien respira pesadamente, visiblemente incómoda.

El señor Gibson frunce el ceño, mientras Victoria me mira con una mezcla de incredulidad y resentimiento.

—No te pases de la raya, Eliana —espeta el señor Gibson, con un tono de advertencia en su voz.

—Solo estoy señalando la realidad de la situación —replico, sin bajar la mirada—. Si vamos a resolver esto juntos, necesitamos ser honestos y enfrentar las consecuencias de nuestras acciones.

—¡Basta! —se exaspera la que es mi prometida —¡papá, nuestra situación no puede ser tan grave como para haberle entregado mi empresa a esa maldita zorra!

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora