57.

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Eliana

Nos han mantenido encerrados en la camioneta durante lo que parece una eternidad. El aire es denso y frío, y la oscuridad me envuelve como una manta pesada. No suelto a Luca por nada, su pequeño cuerpo temblando de miedo contra el mío. La pelinegra nos vigila desde la cabina, su ansiedad palpable, mientras sus ojos oscuros parecen escanear cada rincón del almacén, como si esperara algo o a alguien.

La camioneta está aparcada en un rincón oscuro del almacén, rodeada de cajas apiladas y maquinaria cubierta de polvo. La luz tenue que entra por las rendijas apenas ilumina nuestro entorno, creando sombras que parecen moverse a nuestro alrededor. Hay un olor a metal y aceite, y el sonido lejano de gotas de agua que caen del techo resuena en el silencio.

Repentinamente, la puerta trasera se abre de golpe, y mi corazón brinca al ver la figura que se perfila en la tenue luz del almacén. Por un momento, espero que sea ella, la persona que viene a rescatarnos.

La sombra se acerca, y mi mente se llena de preguntas y exasperación.

—Hola, amada mía... —su voz me corta el aire —Ve con Eleazar.

Le pide a la otra mujer que baja de la camioneta antes de lanzarnos una mirada de arrepentimiento.

—¿Victoria? —pregunto incrédula, deseando que solo sea una alucinación.

—Sí, soy yo, mi amor.

Una punzada de confusión me atraviesa. ¿Qué está haciendo aquí?

—¿Qué crees que haces? ¡Ayúdanos a salir de aquí! —me cuesta suplicar, pero mi Rayito está muy asustado, aferrándose a mí con fuerza.

Victoria me observa con una sonrisa fría, revelando su verdadera naturaleza.

—Lo siento, querida, pero no estoy aquí para ayudarte. Soy parte de esto ahora.

El terror me invade, y la esperanza se desmorona.

—¿Qué estás diciendo? —le pregunto, mi voz temblando—. ¡No puedes ser parte de esto!

Victoria avanza un paso, su mirada intensa y desafiante.

—Te dije que esa zorra y tú se iban a arrepentir de lo que me hicieron.

Sus palabras son como un puñal, y el miedo se mezcla con la incredulidad.

—Victoria, esto no es el camino. No hagas esto —imploro, tratando de alcanzar la parte de ella que alguna vez conocí.

Ella se ríe, pero hay un matiz de dolor en su expresión.

—No hay solución. He esperado demasiado tiempo por este momento, y no voy a dejar que se me escape.

La rabia y la traición me llenan, y debo encontrar una forma de salir de esta pesadilla. Mientras mi mente busca una salida, sé que no puedo dejar que Luca sea parte de esto.

—Victoria, si sigues por este camino, solo te harás daño —le digo, intentando apelar a su humanidad—. El niño no tiene la culpa de nada. Al menos déjalo volver con su madre.

La tensión en el aire se intensifica, y su mirada se endurece, reflejando una mezcla de rabia y dolor.

—Esto no es más que una venganza destructiva. ¿De verdad crees que eso te hará sentir mejor? —insisto, buscando tocar alguna fibra de compasión en ella.

Victoria se queda en silencio, su expresión momentáneamente vacilante, como si estuviera sopesando mis palabras. Sin embargo, rápidamente vuelve a adoptar una actitud desafiante.

—No puedo permitir que se salga con la suya.

A medida que habla, siento que la oportunidad de cambiar su rumbo se desvanece. Pero no puedo rendirme. Necesito encontrar una forma de llegar a su interior, de recordarle lo que alguna vez fuimos.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora