53.

6.6K 533 82
                                    

Eliana

Llegué a la oficina esa mañana con un aire renovado, sintiéndome revitalizada y llena de energía. Mi corazón aún palpitaba con la sonrisa del amor reciente que había reencontrado. Pero al entrar, mi mirada se cruzó con la serenidad de Victoria, y de repente, sentí cómo esa sonrisa se desvanecía de mi rostro. Su tranquilidad me desconcertó, como si supiera algo que yo no.

llevaba un vestido midi color champán, que caía con gracia sobre su figura esbelta. Lo complementaba con unos zapatos de tacón alto en tono nude y un collar de perlas que brillaba sutilmente contra su piel. Su cabello estaba peinado hacia un lado en ondas suaves, y llevaba un bolso de mano pequeño plateado que agregaba un toque moderno a su conjunto clásico.

Amy me mira con inquietud y se alerta cuando llego, casi ansiosa por su presencia.

—Buenos días —saludo en voz alta a todos.

—¿Podemos hablar? —me pregunta la rubia, con una nota de urgencia en su voz.

—Lo siento, pero tengo muchas cosas que hacer —respondo, intentando mantener la calma.

—Eli, no te cuesta nada —casi gruñe, frustrada y sin poder ocultarlo.

—Insisto en que no puedo —digo con firmeza, sin detenerme y continuando mi camino.

Entro nerviosa a la sala de juntas, mi corazón comienza a acelerarse cuando siento que alguien me sigue. El miedo se apodera de mí, y doy un respingo al escuchar el fuerte portazo que cierra la puerta bruscamente detrás de mí.

—No me vas a poder ignorar toda la vida —me reclama, con voz cargada de frustración—. ¿Dónde estuviste el fin de semana? Ni siquiera has abierto mis mensajes.

Siento una mezcla de enojo y tristeza, pero mantengo mi voz firme.

—No te ignoro, simplemente no me interesa seguir lidiando contigo —respondo—. Y dónde estuve ya no es de tu incumbencia, porque ya no estamos comprometidas.

Sus ojos se endurecen y puedo ver la lucha interna en su expresión.

—¿Eso es todo? —pregunta con un tono de incredulidad—. ¿Después de todo lo que pasamos, simplemente te desentiendes?

Intento mantener la calma, aunque una mezcla de enojo y tristeza amenaza con desbordarse.

—Sí, eso es todo —digo, tratando de sonar más segura de lo que me siento—. Pasamos muchas cosas, pero también llegamos a nuestro límite.

Ella da un paso hacia mí, la tensión palpable en el aire.

—Eli, no puedes simplemente borrar todo. Necesitamos hablar, necesitamos resolver esto.

Doy un paso atrás, buscando espacio para respirar.

—No hay nada que resolver, Victoria —asevero—. Se acabó.

Ella me mira con ojos centelleantes, y su tono se vuelve afilado.

—Bien, pero conste que se te advirtió. No me vayas a tildar de villana cuando esa zorra esté lloriqueando porque no tiene a su hijo.

La amenaza me llega como un golpe.

—¿A qué te refieres? —le pregunto, tratando de mantener la calma—. ¿Qué hiciste?

Victoria esboza una sonrisa fría y cruel.

—Yo, nada. Pero ahora mismo Eleazar le debe estar entregando la orden de un juez para reconocer a su hijo y quitarle la custodia.

Siento un escalofrío recorrerme el cuerpo mientras intento procesar lo que acaba de decir.

—¿Ella se fue a ver a ese maldito, sin avisarle a nadie, sola? —murmuro, más para mí misma que para Victoria.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora