Capítulo final.

6.2K 473 87
                                    


Narrador omnisciente

Betsabeth Robinsón avanzaba por los sombríos pasillos de la cárcel, el eco de sus pasos resonando en las paredes frías y desoladas. Al llegar al punto de registro, proporcionó el nombre de la persona a la que iba a visitar. La expresión del guardia se tensó al escuchar el nombre.

—Eleazar Jones —dijo el guardia, revisando una lista—. Está en el área médica. Fue agredido brutalmente la noche anterior.

Betsabeth sintió una satisfacción oscura al escuchar la noticia. No podía evitar el pequeño rastro de alivio que recorría su ser, sabiendo que el hombre que había causado tanto sufrimiento ahora estaba pagando el precio.

—Qué pena —dijo con un tono sarcástico y una sonrisa cínica—. Parece que finalmente encontró a alguien que no le teme. Espero que lo hayan tratado con la misma delicadeza con la que él trataba a los demás.

El guardia la miró incómodo, pero no dijo nada mientras ella avanzaba con un aire de satisfacción evidente. Betsy no podía evitar disfrutar del giro irónico del destino. Sin decir una palabra, siguió las indicaciones del guardia hacia el área médica, cada paso cargado de una satisfacción fría y calculada.

Al llegar al área médica, Betsabeth fue recibida por el médico de turno, un hombre de mediana edad con una expresión preocupada.

—¿Está aquí para ver al Sr. Jones? —preguntó el médico, mirándola con curiosidad.

Betsabeth asintió, sus ojos fríos y decididos.

—Sí, soy Betsabeth Robinson —respondió, su voz firme y controlada—. Quiero saber su estado.

El médico suspiró y la condujo a una pequeña sala de espera.

—Ha sufrido múltiples contusiones y heridas, algunas bastante graves. Lo hemos estabilizado, pero necesitará tiempo para recuperarse. Ha sido víctima de agresión física y sexual, lo que ha empeorado su estado general. Está muy traumatizado.

Betsabeth asintió, aparentemente absorta en sus pensamientos, aunque su satisfacción interna seguía creciendo. Finalmente, el médico la dejó sola, prometiendo regresar pronto.

Mientras esperaba, la mente de Betsabeth se llenó de recuerdos de los horrores que Eleazar había infligido. Cada imagen, cada momento de dolor y desesperación, reforzaba su convicción de que la justicia, aunque tardía, estaba llegando.

La puerta se abrió y el guardia anunció que Eleazar estaba consciente y dispuesto a recibir visitas. Betsabeth se levantó, su expresión implacable, y siguió al guardia hasta la sala donde él estaba recluido.

Al entrar, vio a Eleazar tendido en la cama, su rostro desfigurado por los moretones y cortes. Sus ojos se encontraron con los de Betsabeth, llenos de una mezcla de odio y miedo.

—¿Desea que me quede? —preguntó el médico.

Betsabeth no apartó la mirada de Eleazar mientras respondía con una voz fría y controlada.

—No, en su condición no representa ningún peligro.

El médico asintió y salió de la habitación, dejándolos solos. Betsabeth se acercó lentamente a la cama, su mirada fija en el hombre que una vez había infundido terror en tantos. Ahora, era él quien parecía aterrado, y ella no podía evitar una sonrisa cínica al ver el giro del destino.

—Vaya, pensé que serías más fuerte, pero no aguantaste ni un par de noches —dijo Betsy, dejando que sus palabras mordieran en su herido ego.

—¿Qué haces aquí? —murmuró Eleazar, su voz débil, pero cargada de veneno.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora