23.

8.7K 612 54
                                    

Narrador omnisciente

El sol ya se ocultó y las luces de la ciudad de Los Ángeles empezaron a encenderse opacando la luz de la luna y las estrellas.

—¿Segura que te quedarás sola en la oficina? —le consulta Amy a Betsy a la hora de la salida al ver a que sigue instalada en su cubículo.

—Si, Eli se está vengando de las veces que la hice entrenar de más haciéndome trabajar las horas que me retrasé y no estuvimos en la mañana —ironiza la rubia —Estaré bien.

—Vale, buenas noches —se despide.

—Oye —La detiene antes que llegue al ascensor —lamento lo de hace rato, no quise incomodar con lo de...

—Descuida, tienes mucha suerte que te quiero —la pelirroja la abraza.

—Cuidado Amy, no vayas a querer cobrar por fotos después por juntarte con ella —se burla Brandon.

—Como si las pudieras pagar, ridículo —el otro le rueda los ojos a Betsy que suelta a su amiga.

—Que te diviertas trabajando.

Luego de darle un sape Amy y su compañero abandonan el lugar cosas que Betsabeth aprovecha para ir directo a la oficina de Eliana.

—¿Lista? —le pregunta a su jefa y esta le asiente.

Sintió horrible mentirle a su prometida diciéndole que ya se iba a casa a descansar la noche antes de su cumpleaños cuando sus planes son otros dirigiéndose a un motel lo más lejano de la ciudad posible en su auto.

Mientras, en el departamento de Betsy, Thomas recibe la visita de Jessica Robinson quien llega repentinamente. Se queda congelado al verla con el semblante de odio de siempre y sabe que se merece.

—Eh, Betsy me avisó que llegaría tarde y Luca está en su hora de ver la Tablet en su cuarto por si quieres pasar —por fin logra reaccionar.

—Gracias, pero ahora no los vine a ver a ellos —irrumpe en el lugar —te vine a ver a ti...

Da un brusco giro y su palma abierta impacta en la mejilla del cura.

—¡¿Por qué no me dijiste que tenías a mi hija?!

Él se soba el pómulo que le quedó ardiendo por el azote.

—Por Dios, Jess —le pide —no hables como si yo la hubiera secuestrado porque jamás le haría daño.

—A ella quizá no le hiciste nada —le refuta la rubia acomodando su chal que cubre su vestido turquesa que contrasta con el azul de sus ojos —pero ¿tienes idea de lo que es no saber si tu hija come, tiene frio, está enferma o si quiera respira? —los ojos se le nublan y se le va encima dando puños débiles en su pecho haciendo que él la tome por la fuerza las manos y la estreche quedando cuerpo a cuerpo y ella forcejea con la rabia contenida desde que lo volvió a ver.

—Basta, Jess —la apretuja más en sus brazos.

Sus miradas se conectan cuando se quedan quietos haciendo estragos en sus corazones por ese pasado que pudo tener otro final, pero los caminos que habían tomado ya estaban marcados por sus decisiones.

—Lo siento ... —Le pide él.

—Te puedo perdonar todo, menos que me hayas ocultado a mi hija y a mi nieto —le solloza tratando con todas sus fuerzas de no llorar, pues se prometió que nunca más la vería así de descompuesta por él.

—No fui yo quien lo decidió así —alega el cura todavía sosteniéndola —estaba aterrada de volver con su familia y me encomendé una nueva misión que era protegerla, aunque fuera de ti.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora