49.

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Eliana

A la mañana siguiente, me despierto sola en la cama con un dolor de cabeza punzante, resultado de haber bebido más vino del que debería ya que luego de tranquilizar a Amy quien me había seguido hasta afuera del restaurante, me vine directo al departamento y tomé de otra botella que estaba abierta en la nevera. Parpadeo contra la luz del sol que entra por la ventana, maldiciendo mi falta de control la noche anterior. Lentamente, me incorporo y me siento en el borde de la cama, sintiendo cómo el mundo gira ligeramente a mi alrededor.

Me levanto con esfuerzo y me dirijo al baño. Necesito una ducha fría para despejarme. El agua fría golpea mi piel, despertándome y brindándome un momento de alivio temporal. Cierro los ojos y dejo que el agua lave no solo el sudor y el cansancio, sino también un poco de la tristeza que me consume.

Al salir de la ducha, me envuelvo en una toalla y me miro en el espejo empañado. Soy un maldito desastre como toda mi vida.

Cuando llego a la cocina, me topo con Victoria. Está sentada, tomando té, impecablemente arreglada como de costumbre, como si nada perturbara su mundo perfecto. La envidio por un instante, deseando poder esconder mi caos interior tan bien como ella.

—Buenos días —dice Victoria sin levantar la vista de su taza, su voz serena y controlada.

—Buenos días —respondo con sarcasmo, mientras busco algo que desayunar.

El contraste entre nosotras no podría ser más evidente. Mientras ella parece salida de una revista, yo me siento como un desastre ambulante. Preparo un café fuerte, esperando que me ayude a despejar la niebla en mi mente.

—Logré sacar la mayoría del dinero que había en la cuenta así que me acompañarás a la empresa —me informa Victoria, y creo que dejo de respirar por un momento.

Niego con desaprobación mientras le doy el primer trago a mi bebida.

—Solo será el principio, créeme que con Jones aplacaremos a esa zorra.

—¿Jones? ¿Te refieres a Eliazar? —pregunto, sintiendo un nudo formarse en mi estómago.

—Sí, ¿a quién más? —responde con indiferencia, mientras toma otro sorbo de su té—. Espero que esa maldita no se ponga nerviosa, o peor aún, que no sea tan fácil como para abrirse de piernas ahí mismo.

Sus palabras son como una bofetada. La tristeza que me había acompañado toda la mañana se transforma, momentáneamente, en ira.

—¡Cállate! —exclamo, con el corazón acelerado y los puños apretados —¡no tienes idea del infierno que le hizo vivir!

Ella me mira, sorprendida por mi reacción, y se encoge de hombros.

—Relájate. Solo estoy diciendo lo que todos piensan —dice, con una sonrisa fría —y si sufrió, me alegro mucho.

Siento el calor subir a mi rostro, pero respiro hondo y trato de calmarme. No vale la pena discutir con ella ahora. Necesito concentrarme en lo que realmente importa: enfrentar el día y, sobre todo, enfrentar a Eliazar Jones.

Me visto con ropa profesional, tratando de parecer más segura de lo que me siento. Cuando finalmente estoy lista, Victoria ya está esperando en la puerta.

—¿Vamos? —dice, con una ceja levantada y una mirada impaciente.

Asiento y la sigo hasta el coche. El camino a la empresa se hace en un tenso silencio, con solo el sonido del motor llenando el espacio entre nosotras.

Todo va a estar bien, me repito como un mantra.

Llegamos al edificio de oficinas, un rascacielos imponente que refleja el cielo azul de la mañana. Siento una mezcla de ansiedad mientras veo su nuevo vehículo estacionado afuera. Victoria marcha adelante con la confianza de quien está acostumbrada a mandar, y yo trato de seguir su ritmo.

Mi vida, mis coloresDonde viven las historias. Descúbrelo ahora