CAPÍTULO 15

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Cuando doy un paso dentro de la oficina la cúpula gira y se convierte en una estantería con diferentes libros contables.

- Lo que me faltaba. – Murmuro. ¿Ahora cómo vuelvo?

Sin saber qué hacer, miro la oficina, ordenada, sin polvo, parece que cada cosa este en el lugar que le corresponde. ¿Será un maniaco de la limpieza? Casi toda la estancia está en colores oscuros, el escritorio parece de roble...

- ¡Dos puertas! – Casi grito eufórica por hallar una manera de salir de aquí.

Voy a la primera puerta, la cual me lleva a una habitación sencilla, solo tiene una cama de matrimonio, una mesita de noche, un armario y una cómoda. También hay otra puerta.

- ¡Oh un baño! – Vale este si me la esperaba. Al fin un poco de alivio. Tantas horas entre vestidos me había entrado ganas.

Una vez aliviada salgo de aquí con la intención de ir a la segunda puerta, pero cuando la abro para saber hacia dónde va y sobre todo saber dónde estoy choco con un cuerpo corpulento y antes de caer soy rodeada por ¿cuatro brazos?

- ¡Oh una persona! ¡Al fin! ¡Gracias! – Le digo, mientras levanto mi cabeza y doy a parar con unos ojos hipnotizantes de un color azul brillante y cabello hecho de rastas cortas de diferentes colores azulados. – Tati, no es tiempo de babear. – Me digo, pero creo que lo dije en voz alta porque se escuchan unas risas detrás del tipo fornido.

- ¿Quién es la intrusa? – Pregunta divertido un ¿ángel? Un cabello rubio platino con ojos grises, piel bronceada, labios carnosos y una barba corta arreglada.

"Esos labios están para morderlos" pienso mientras lo escaneo. El ángel cuando conecta con mi mirada, la suya se vuelve más oscura a un gris verdoso oscuro.

- ¿Tatiana? – Pregunta otro. Y me fijo quien ha nombrado mi nombre, pero no le veo por culpa del orangután que me tiene cogida.

- ¿Sí? – Le digo ya que no le puedo ver. 

- Brandon suéltala, no es peligrosa, la conozco. – Dice seriamente otra vez esa voz.

El orangután con cuatro brazos, la verdad estaba la mar de cómoda rodeada por ellos, me suelta con cuidado en el piso. Entonces me muevo para buscar de quien era la voz que ha dicho mi nombre.

- ¿Quién eres? – Le pregunto.

- Para ser una princesa no conoces mucho a tus súbditos. – Contesta serio, pero con una sonrisa cerrada de medio lado.

- Uno, no son mis súbditos, son aquamarinos y dos nunca te he visto en ningún banquete. – Me molesto por su comentario de desprecio hacia los aquamarinos. Me cruzo de brazos, gesto que no pasa desapercibido para ninguno de los tres que sin querer o queriendo llevan la vista al escote de mi pecho. – Te estoy hablando. – Me dirijo para llamar su atención y me miren a los ojos. 

Esta acción de normal me parecería ofensiva y seguro soltaría comentarios feministas al respecto, pero extrañamente de ellos me gusta captar su atención en mí.

Ahora que veo bien es un ¿aquamarino? Con cabello corto abundante de color negro y amarillo, también alto, pero no tanto como el orangután metro noventa y algo tal vez y ojos entre marrón y verde, sin barba, pero muy tatuado. Tiene la espalda ancha, musculatura promedia, pero se nota que esta fuerte.

- ¿Cómo has llegado aquí? – Me pregunta el rubio. Mirándome con ¿desconfianza?

Cuando los tres chocan con mis ojos, mi cuerpo arde, me recorre un subidón que no logro descifrar, mi frecuencia cardíaca vuelve a subir. ¿De verdad no estoy enferma? Noto como mis mejillas arden.

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