Cuando el océano peligra y el balance vital entre las tres grandes entidades del mundo se ve roto, solo el sacrificio de dos corazones podrá restaurarlo.
JiMin es solo un humano con horribles pesadilla y un profundo miedo al océano. Mientras que Yo...
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La sirena nadó rápidamente hacia su destino, el corazón le latía con fuerza y las imágenes que habían aparecido hace solo unos minutos en su mente mantenían sus instintos a flote, junto a un desagradable presentimiento que le secaba la boca.
Evitó las zonas más activas de la ciudad, yendo directamente hacia las profundidades ubicadas en las lejanías al sur de esta. La presión a su alrededor aumentó y la temperatura disminuyó considerablemente mientras bajaba, no obstante, su cuerpo se adaptó sin problemas disminuyendo el consumo de oxígeno y enfocando su visión a la oscuridad de la fosa.
—Dakho. —Saludó al tritón tan pronto llegó hasta él.
El capitán general sostenía una pequeña esfera luminiscente en su diestra, la cual emitía una luz lo suficientemente fuerte para guiar a alguien hacia ella.
—Fidēle —respondió en el mismo tono—. Encontramos otra.
—Muéstrame.
Nadaron en silencio un poco más profundo, deteniéndose frente a una cueva de la cual salió huyendo sorpresivamente un pez linterna, sobresaltando a la sirena. En el interior, casi pasando inadvertida, se podía ver una extraña nube negra desprendiendo pequeños cúmulos por todo el escondite.
—No es tan grande como las demás, pero el rey dijo que debíamos informarles de todas las que encontráramos.
—Correcto. Actuaste bien, Dakho —le aseguró con una sonrisa, aunque por dentro sentía el estómago pesado a causa de los nervios—. Trataré de sellarla. Por favor, retrocede.
El guardián obedeció de inmediato, dando un paso hacia atrás.
JiSoo agarró una perla de las que conformaban el collar en su cuello, desprendiéndola del accesorio, para luego colocarla en la entrada de la cueva y darle un pequeño empujón con el que cayó justo bajo la nube. Entonó un pequeño hechizo en latín y tan pronto terminó de pronunciar la última palabra, el cúmulo comenzó a contraerse con violencia, los residuos que liberó a su alrededor regresaron a él y lentamente, casi con dificultad, fue ingresando en la perla alterando su bello color crema a uno completamente negro.
La sirena soltó un suspiro largo de alivio y se giró para mirar al guardián.
—La llevaré con las demás —le avisó—. Los siguientes días mantente atento a este lugar. Hasta ahora no han aparecido dos en una misma área, pero nunca está de más prevenir.
—Por supuesto, fidēle. ¿Le puedo hacer una pregunta antes de que se vaya?
—Adelante.
—¿Sabe cuándo regresarán Soyeon y Kimi? Sus tenientes están comenzando a preguntar por su ausencia y ya no se me ocurre nada para cubrirlas. Mentir es...
—No deberían tardar mucho más —lo interrumpió queriendo dar por terminada la conversación. A ella tampoco le agradaba decir mentiras, sin embargo, en esa situación y bajo las órdenes del rey, estaban obligados a hacerlo—. Diles que fueron los príncipes quienes las escogieron para realizar aquellas labores. Con eso te dejarán tranquilo.