84: La caída del monarca

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El Gran Salón se encontraba en completo caos, varias voces resonaban al unísono siendo imposibles de comprender, gritos iban y venían, llenos de reclamos y ataques hacia quien estuviera más cerca

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El Gran Salón se encontraba en completo caos, varias voces resonaban al unísono siendo imposibles de comprender, gritos iban y venían, llenos de reclamos y ataques hacia quien estuviera más cerca. Algunos trataban de mantener la calma, sin embargo, la desesperanza y el miedo reinaban por sobre ellos. La reunión, que en un comienzo se dio para aclarar la situación y proponer soluciones, se había convertido es un desastre de opiniones que no respetaban al otro.

El monarca pestañeó con fuerza, tratando de prestar atención a las palabras de quien estaba a su lado. Su visión borrosa distinguía un cabello largo y oscuro, además de una extensa cicatriz en el torso, le contestó por mera inercia, en un pequeño murmullo, poco después, un destello ámbar pasó por el rabillo del ojo y la sirena frente a él se alejó de su rango de visión, dejando solo a su fidēle cerca.

—Su alteza, quizás debería ausentarse por ahora. —le sugirió preocupada por su semblante.

—Estoy bien —musitó, luchando contra el mareo que lo obligaba a cerrar los ojos—. Los líderes, tranquilizarlos, por favor.

La sirena mordió su labio, nerviosa, y apretó los puños tan fuerte que las uñas se clavaron en sus palmas con dolor. Respiró profundo y con un fuerte grito, que resonó por sobre el bullicio de los presentes, exigió silencio en la sala.

—Por favor, ya basta —pidió cuando callaron ante la sorpresa—. Sé que están enfadados y con miedo, pero por favor, escuchen a nuestro rey. Solo una vez más...

Los líderes de los clanes se miraron indecisos, con culpa en su mirada al notar el evidente estado del monarca. Tenían razones para estar molestos, lo sabían, así como también sabían que el rey había hecho lo que estaba en su poder y más para proteger al océano, al pueblo y a sus hijos.

—Sé... Sé que están confundidos —Comenzó a decir el monarca con voz cansada y rasposa—, que tienen miedo por sus familias... y nuestra gente. Lo sé y lo comprendo, por eso mismo, es que estoy arrepentido por haber sido incapaz de encontrar una solución al Caos —admitió con pesar. Tosió un par de veces, sintiendo sus pulmones protestar por la acción y tras quitar el rastro de sangre que escapó de sus labios, se inclinó frente a las cabezas de los clanes ante su mirada absorta—. Por favor..., perdonen mi torpeza e ineptitud como monarca...

—Su alteza... —susurró Jisoo, sus manos cubrieron su boca, opacando un pequeño sollozo.

—Rey Min, esto es innecesario —susurró una mujer de avanzada edad, la líder del clan Luminum en el océano Ártico—. Nada de esto fue su culpa.

—La señora Leblanc tiene razón, su alteza —la siguió el tritón de apellido Shirogane—. Usted no originó el Caos, lo hizo ese humano, Vincent.

—Cierto —lo apoyó un tercero—. Él asesinó a la princesa, él tuvo la culpa de la ruptura.

—Lamento interrumpirlos, pero creo que se equivocan —habló otro tritón. Sus ojos, similares a los de un dragón, se fijaron en el monarca un segundo antes de posarse en los demás líderes, que esperaban expectantes un argumento a su respuesta—. Con todo respeto a los presentes, considero que tanto el humano como la realeza son los causantes del Caos.

Under the Sea - myg & pjmDonde viven las historias. Descúbrelo ahora