Cuando el océano peligra y el balance vital entre las tres grandes entidades del mundo se ve roto, solo el sacrificio de dos corazones podrá restaurarlo.
JiMin es solo un humano con horribles pesadilla y un profundo miedo al océano. Mientras que Yo...
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SeokJin se fijó hasta en el último detalle de la joya, tal y como lo había hecho con las dos anteriores, buscando alguna fisura o quizás un pequeño ganchito filoso en el delgado pero resistente metal que la conformaba. El artesano lo miraba con una sonrisa, seguro de su trabajo y, además, feliz de tener dos deliciosos trozos de kuchen para llevar a casa, convencido de que a su mujer le encantarían. Finalmente, el joven sonrió dándole el visto bueno definitivo y la dejó junto a las demás en una cajita de madera.
—¿Todo bien entonces?
SeokJin asintió. Le agradeció al hombre y tras pagarle, se fue a casa, esperando que a sus invitados les gustara su pequeño regalo. Caminó sin prisa bajo la brisa nocturna, las calles eran iluminadas únicamente por los faroles y las luces de algunos autos al pasar y, a pesar de que la luna estaba en su punto más alto, las personas, en su mayoría jóvenes como él, continuaban llenando a la ciudad de vida.
Entró a su hogar notando de inmediato algunos gritos provenientes de la habitación de invitados, lo que lo hizo ladear la cabeza curioso. Guardó la cajita en el bolsillo trasero del pantalón antes de acercarse. Sabía que habían ido a la playa a divertirse por el mensaje de su pareja, al igual que al museo y a la tienda de música, por eso esperaba que estuvieran cansados, pero por las risas y regaños dudaba que fuera el caso.
La puerta del baño estaba cerrada, así que tocó un par de veces con los nudillos, esperando una respuesta.
—Chicos, soy yo, ¿puedo entrar?
—¡A-Adelante!
Giró el picaporte y su mandíbula cayó al ver el desastre que tenían adentro. Los cuatro estaban tirados en el piso en sus formas naturales, YoonGi tenía el ceño fruncido y trataba de lanzarse contra JungKook, que se escondía tras HoSeok, ambos riéndose, mientras NamJoon tenía agarrado al mayor por la espalda, intentando convencerlo de que el homicidio no era la solución.
La ducha dejaba salir un pequeño hilo de agua que mantenía la cerámica húmeda para evitar que se deshidratan al estar en esa forma, los botes de shampoo, bálsamo y jabón estaban completamente vacíos y tirados en diferentes partes, las toallas se encontraban en la tina llena de agua y espuma y, a pesar de que miró a todas partes en busca de sus pulseras de perlas, no las encontró.
—Hola, hyung. —lo saludó JungKook sonriente.
Pestañeó un par de veces casi procesando lo que estaba viendo y se dio la vuelta, listo para irse e ignorarlos.
—¡No, Jinnie! ¡No te vayas! —gritó NamJoon y el humano volteó nuevamente, todavía en silencio. YoonGi seguía mirando mal a su hermano menor, pero estaba más tranquilo, o eso aparentaba, ya que el moreno se rehusaba a soltarlo—... S-Sé que esto luce raro, pero necesito que entres y tomes las pulseras que están arriba.
SeokJin alzó una ceja.
—¿Arriba? —HoSeok rió y le apuntó la pequeña ventana en el baño. Justo en el borde que formaba el hueco donde estaba esta, se podía ver el resplandor de algo— ¿Cómo...?