9. AREK

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AREK

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AREK

Durante un segundo le dio la impresión de que el tiempo se paraba mientras ambos se separaban, se sintió fuera de lugar y se planteó salir sin hacer ruido para dejarles unos minutos de privacidad, pero su huida se vio frustrada por la mirada de Selene.

—¡Arek! —se separó de su marido para caminar hacia él con su característica alegría.

—Majestad —hizo una leve reverencia a modo de saludo.

—Vuelve a saludarme con una reverencia en una sala de entrenamiento y pienso patearte el culo, muchacho —lo regañó Selene con una sonrisa mal aguantada en la cara y un dedo en alto —, no soy tan vieja como para que tengamos este tipo de formalidades en una sala de entrenamiento.

—Selene, cariño, deja al pobre muchacho en paz que lo vamos a espantar —le pasó Kane un brazo por los hombros para pegarla a su cuerpo mientras lo escrutaba a él con la mirada.

Selene se cruzó de brazos y tomó aire para añadir algo, pero se vio interrumpida por la llegada del mismo pelirrojo que días atrás había estado en la estación de paso, Arek no pudo evitar plantearse qué manía tenía la gente interrumpir conversaciones ajenas.

Ese día el pelirrojo iba vestido con unas elegantes ropas púrpuras y con la espada chocando contra su pierna después de la carrera que se habría hecho para llegar hasta ahí.

—Majestades —se agachó torpemente y, aun así, le dio la impresión de que tartamudeaba menos dirigiéndose a ellos que cuando tuvo que intercambiar tres palabras con él—, Tillman la espera en la estación de paso, tal y como ordenó —miró a Selene directamente, aunque no solo su postura revelaba cierto nerviosismo, en su mirada se veía que como lo hicieran quedarse mucho más ahí los nervios acabarían por matarlo.

—Perfecto, puedes retirarte —le indicó al chico que si no salió corriendo de la sala probablemente fuera por miedo a ofender a los reyes —. El deber me llama —le sonrió la reina a su marido cuando el joven desapareció por los corredores del edificio —, voy con mi alumno, te dejo con el tuyo —le dio un golpecito en el pecho antes de darle un eso corto y empezar a caminar hacia la puerta.

Pasaron unos segundos antes de que Kane caminase hacia el sitio donde la espada de Selene había sido abandonada durante el combate y luego fuera a recuperar la suya.

—Coge otra, a mi mujer le gustan las espadas ligeras y por lo que vi el otro día a ti te gustan más pesadas —le indicó mientras guardaba la que había usado Selene.

Se acercó en silencio al armario para poder mirar las espadas disponibles, pasó su mirada por las de madera y no encontró ninguna que le llamase la atención, estaba demasiado acostumbrado a ellas como para que alguna destacase, por eso se limitó a acercar la mano a una similar a la que usaba en los entrenamientos y pilló a Kane mirándolo con una ceja enarcada mientras tanteaba el peso de la espada, si el rey planificaba un combate la mitad de bueno que el anterior debía tener una espada que le permitiese dárselo, que no fuera demasiado ligera para no perder el control y no demasiado pesada para que lo volviera lento y lo cansara de más.

Heraldos de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora