40. AREK

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No podía dormir, no lograba sacarse de la cabeza el libro de cuero que reposaba ahora en su mesilla de noche, lo había leído por completo en cuanto había intercambiado su puesto de vigilancia con Tillman

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No podía dormir, no lograba sacarse de la cabeza el libro de cuero que reposaba ahora en su mesilla de noche, lo había leído por completo en cuanto había intercambiado su puesto de vigilancia con Tillman. Eso no había hecho más que darle demasiado tiempo para darle una y otra vuelta al asunto a la par que una corazonada le suplicaba que no le contara nada a sus superiores, al menos por ahora. No estaba seguro de poder enfrentarse a lo que eso conllevaba en ese momento.

Cuando supo que no dormiría nada decidió salir de su habitación, necesitaba despejarse y nada le parecía una mejor opción que la de irse a entrenar. La sensación de los músculos pesados por el cansancio y la respiración acelerada le producían un estado de calma y satisfacción demasiado familiar.

Cuando llegó al campo de entrenamiento y comenzó a calentar volvió a moverse de manera instintiva al escuchar unos pasos aproximándose, totalmente distintos a los de Kane, a esos ya se había acostumbrado. Ni siquiera parpadeó al sentir su espada en la garganta. Krito lo miraba con esos ojos de fuego contenido cuando trató de procesar que el muchacho no representaba ninguna amenaza. Si lo enfrentaba físicamente podría vencerlo y de hacerlo con magia no tendría tiempo a pensar demasiado antes de matarlo.

—Veo que no soy el único que no puede dormir —comentó en tono jocoso, como si no lo estuvieran amenazando con una espada en el cuello.

—¿Qué quieres? —respondió fingiendo no haber escuchado el comentario.

—Lo mismo que tú, entrenar y despejarme —se encogió de hombros tratando de aparentar que era irrelevante. Arek no necesitó escuchar el leve cambio en los latidos de su corazón ni entrar en su mente para notar la mentira.

—Tú padre ha ido con el rey y el General Dagthorn —afirmó en lugar de preguntar.

—Y tú no te has reportado a la reina nada más volver. Todos tenemos nuestras cosas —dio un paso atrás, alejándose del filo de la espada de Arek.

Krito caminó en círculos lentamente alrededor suyo, analizando, los dos habían luchado en más de una ocasión y se conocían mucho más de lo que ninguno jamás admitiría. El pelirrojo nunca había logrado superarlo. Su pelo estaba más largo que cuando se había encontrado con Bree por primera vez y eso lo hacía ver más pelirrojo que otras veces.

—Tú, yo y las espadas —los señaló Krito. Arek no se fiaba ni un poco de sus palabras, lo había aprendido a las malas, con la gente como él no se podía confiar jamás —. Sin trucos —añadió notando sus reservas —. Venga, Ghadec. ¿Tienes miedo?

—Coge tu espada.

Dejó que golpeara él primero, Krito era de los mejores soldados de su edad, el principal rival de Arek desde que se conocían. En un principio había tratado de ser amigo suyo, se cansó de intentarlo con la muerte de su madre y al notar el poco interés de Arek en corresponder sus intenciones. Su primera estocada fue de provocación y llevó a Arek a la primera clase que había recibido al llegar, sostenía como podía su espada, jamás había llegado a sostener una, ni siquiera de madera, y sus movimientos eran torpes. Por primera vez en su vida no sintió miedo, las emociones no pudieron controlarlo y fue consciente de sus habilidades. Nunca había empuñado un arma, pero fue capaz de desarmar a Krito a punta de ingenio, velocidad e instinto.

Heraldos de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora