33. BREE

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El aullido me puso los pelos de punta, miré a Arek buscando en él alguna reacción similar, supongo que olvidé que estaba sentada junto al hombre de piedra

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El aullido me puso los pelos de punta, miré a Arek buscando en él alguna reacción similar, supongo que olvidé que estaba sentada junto al hombre de piedra.

—Quizá deberíamos volver —propuse yo tratando de camuflar la incomodidad surgida en mí.

—¿Te asustan los lobos? —preguntó él con una leve diversión plasmada en la cara.

—No —respondí demasiado rápido como para que no se notase la mentira.

—No te van a hacer nada.

—¿Porque no se acercarán a ti? —me burlé, pero él no respondió, no al menos cómo yo esperaba que lo hiciera —¿Los lobos te tienen miedo? —añadí con creciente sorpresa cuando arqueó una ceja como diciendo "¿lo dudabas?"

—No.

—¿Entonces? No veo tu querida espada para matar lobos asesinos.

—Ni los lobos son asesinos, ni yo mataría a ninguno, ni necesito la espada para defenderme —se mordió un poco el labio calculando el impacto de sus palabras en mí.

—Creía que tenías muy buen oído —asintió —. No quiero dudar de tus capacidades, pero no creo que tu super oído nos pudiera salvar de una manada de lobos.

—Aunque todos mis sentidos están mucho más desarrollados que los de un humano promedio, soy una persona con muchas habilidades más allá de ellos.

Por primera vez se notó en él cómo no luchaba por guardarse sus emociones, simplemente salían, no estaría en el suelo aguantándose la barriga de tanto reír, pero, para ser Arek, estaba aguantándose las ganas de reír. Probablemente porque casi que veía trabajar los engranajes de mi cerebro tratando de encontrarle sentido a sus palabras.

—¿Eres un elementalista?

—No —media sonrisa apareció en su cara mientras me observaba.

—Un brujo.

—No.

—¿Entonces? —se tomó la última baya con una sonrisa petulante que de decir por ahí que había visto en él nadie me creería.

—No eres la única que guarda secretos, novata —recuperó uno de sus libros y se centró en leer.

—Oye —me quejé luchando con la risa, me parecía demasiado surrealista el cambio de actitud que había tenido durante cinco minutos conmigo como para dejar las cosas así —, ¿no me lo vas a decir? —pregunté indignada.

—Mira a ver si tu amigo Gluglo te lo cuenta.

—Por supuesto, meto en el buscador "¿a qué raza pertenece Arek de Delta?" —hice el gesto de teclear de manera sarcástica para darle énfasis —. Ni siquiera sé tu apellido.

Heraldos de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora