Repitió la secuencia de movimientos de nuevo, hacía rato que todos se habían ido a descansar, pero como de costumbre él ni se lo había planteado, le daba paz entrenar solo, cuando no había nadie mirando ni molestando.
Empezaba a anochecer y todo el mundo estaba más por la labor de cenar que de entrenar, lo cual le permitía tener todo el patio de entrenamiento para él, solo pasaban un par de personas por el lugar, pero estaban tan acostumbradas a verlo ahí a esas horas que nadie se detuvo a incordiarlo.
Estaba tan concentrado en lo que hacía que ni cuenta se dio de que alguien se acercaba hasta que su único impulso fue ponerle la espada al cuello al sentirlo demasiado cerca, tan llevado por el entrenamiento y el pasado que su instinto de supervivencia fue el que tomó la decisión.
En cuanto cayó en la cuenta de lo que había hecho notó que los ojos verdes que tenía delante no lo miraban con miedo, como habría sido común en esa situación, sino que lo hacían divertidos y confiados, como si supieran que en una pelea no saldrían perdiendo ellos.
—Me han hecho muchos recibimientos dramáticos, pero creo que ninguno supera a este —bromeó el rey y a Arek se le cayó el mundo a los pies.
—Lo lamento, majestad —se disculpó haciendo una reverencia en cuanto salió del estado de concentración al que llegaba entrenando.
—No te disculpes, la reacción ha sido magnífica, no espero menos de mis soldados, ¿me escuchaste llegar? —le preguntó mirándolo con curiosidad.
—No, señor —respondió un poco incómodo ante una pregunta que, sin que el hombre de los ojos verdes pudiera saberlo, se le tornó demasiado personal.
—¿Entonces? ¿Mera intuición?
—Si, señor.
—Kane —le corrigió, descolocando a Arek, a los reyes jamás se les debía hablar de una forma tan cercana sin ser noble y aún así había que tener cuidado —, lo corrijo a menudo entre mis soldados, especialmente entre los que venís de fuera, los títulos dejadlos para cuando haya otras personas en frente, en privado agradecería que me llamaras por mi nombre y tuteándome, es más cómodo para todos.
—Sí, se- —se interrumpió al caer en su error —, Kane —el hombre le regaló una sonrisa amable y fijó su vista en la espada que Arek sostenía en las manos, la misma que la gran mayoría de los caballeros del rey llevaban.
—¿Me acompañas a dar un paseo? —le preguntó él aun sonriendo.
La pregunta sorprendió al joven, ¿quería que lo escoltara? ¿No debería tener a su guardia privada?
Buscó con la mirada a su alrededor en busca de algún Daga Negra que fuera a escoltar o acompañar al rey, como los protocolos mandaban.
—No me gusta llevar una guardia, soy capaz de cuidarme solito —informó como si leyera su mente —, Los Dagas están cenando o con sus familias y mi esposa ahora mismo está con los hijos de Reagan, cuando te vi aquí pensé que era un buen momento para hablar contigo un par de cosas que Reagan y yo llevamos meses debatiendo —su cabeza empezó a darle vueltas a la afirmación, no podía negarse a dar un paseo con el rey, pero, ¿de qué habían hablado Reagan y él?
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Heraldos de la Muerte
FantasíaDos jóvenes, un secreto oculto, una profecía y una inminente guerra. Terris, un mundo que Bree, una lectora apasionada, no pudo llegar ni a imaginar, es el mundo de Arek, juntos van a tener que encontrar la verdad y luchar contra esa vieja profecía...