11. BREE

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No sabría especificar cuánto tiempo estuve observando la fuente, por primera vez todo era demasiado real y me superaba, al terminar las vacaciones no volvería a clase, ni siquiera terminaría el bachillerato o estaría ahí en mi dieciocho cumpleaños

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No sabría especificar cuánto tiempo estuve observando la fuente, por primera vez todo era demasiado real y me superaba, al terminar las vacaciones no volvería a clase, ni siquiera terminaría el bachillerato o estaría ahí en mi dieciocho cumpleaños.

El sonido de la fuente empeoró mi tristeza, pasaría un tiempo antes de volver ahí, tendría que buscar un nuevo lugar seguro allá dónde fuera y estaba segura de que no sería lo mismo que mi querido banco en ese parque medio olvidado por el mundo.

El frío empezaba a calar mis huesos y aun así no quería volver a casa a enfrentarme con la realidad, necesitaba sentirme lejos de todo por una vez y la única opción que tenía era leer algo, rebusqué en mi mochila tratando de dar con el libro que siempre llevaba a todas partes, pero mi mirada se clavó en otro con la cubierta desgastada y letras prácticamente ilegible "Historia de Terris" mi padre me lo había dado hacía unos días y yo no había tenido el valor de abrirlo siquiera, me había limitado a guardarlo en la mochila, como si de esa forma pudiera fingir que no era más que un libro de cuentos como los que mi madre me leía de pequeña antes de dormir.

Durante un segundo envidié a esa Bree, esa que aún era feliz y no iba a hacer una locura como la que yo iba a llevar a cabo solo en la búsqueda de sentir algo.

"—Papi —lo llamé cuando se iba a levantar de mi cama para dejar el libro sobre la mesilla de noche y darme un beso de buenas noches.

—Dime, princesa.

—¿Los dragones existen? —le pregunté con un poco de miedo, acaba de contarme un cuento de cómo uno destruía una aldea y me aterraba la idea de que uno quisiera hacernos daño.

—Claro que sí —me dijo en susurro tras una sonrisa llena de cariño —. Pero no como tu piensas, son seres mágicos, maravillosos y sagrados —algo en su tono de voz me llenó de curiosidad.

—¿Y cómo son? —quise saber —¿También existen los soldados, los príncipes y las princesas?

—Por supuesto —me apartó con ternura un mechón de pelo de la cara, aún sentado en mi cama.

—Pero es un cuento que te contaré mañana, ahora toca dormir —me quejé de todas las formas posibles deseosa de que hablase de esos mundos mágicos, aún así, no se quedó, me dio un beso en la frente antes de desearme buenas noches, apagar las luces y desaparecer por la puerta"

—Nunca terminaste la historia —murmuré todavía perdida en el recuerdo de aquella noche a la vez que acariciaba la desgastada portada del libro que aún reposaba entre mis manos.

Con un poco de miedo por lo que pudiera encontrarme entre sus páginas lo abrí, aún tenía demasiadas dudas que resolver, pero no estaba segura de estar lista para hacerlo. Ojeé las páginas hasta que llegué a una que me llamó demasiado la atención como para que pudiera pasarla "Los Tres de Delta" era el título que coronaba la página, pero lo que me paralizó en ella fue la vieja foto que en algún punto mi padre había enganchado con un clip. Me temblaban las manos cuando decidí separarla para poder observarla mejor.

Heraldos de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora