37. BREE

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Los nervios me carcomieron casi por completo mientras llamaba a mi madre, no tenía pensado pasar de esa manera la tarde, pero necesitaba su consejo más que nunca, tanto el profesional como el personal

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Los nervios me carcomieron casi por completo mientras llamaba a mi madre, no tenía pensado pasar de esa manera la tarde, pero necesitaba su consejo más que nunca, tanto el profesional como el personal. Algo en mí se movía de manera agresiva mientras hablaba con ella, deseoso de salir y cargarse a Pablo.

No esperaba que mi tarde acabara de aquella manera, habría preferido pasarla interrogando a Arek sobre lo que estaba pasando en Delta y estando con mi madre. Quería ese momento de desconexión con ella, tanto como necesitaba las respuestas que solo mi querido entrenador podía darme. Podía sentir la mirada de Arek a dos pasos de distancia, tratando de darme algo de privacidad, junto al cosquilleo que provocaba a modo de respuesta en mi piel.

Una parte de mí se odiaba al saber todo lo que parecía mover en mi interior, cuando yo para él no era más que una molestia y una manera de conseguir sus objetivos. Su mirada me persiguió hasta que me detuve frente al portal de Natalia y Laura. Observé la fachada, todo había cambiado, pero ahí parecía seguir todo igual, como si nunca me hubiera marchado. Arek se acercó para ponerse junto a mí mirándolo todo a su alrededor en ese gesto tan característico suyo. Un vistazo con el que averiguaba todos los posibles peligros y sus posibles soluciones "la diferencia entre la vida y la muerte" me había dicho en una ocasión tras decirle que nadie me atacaría en el despacho de Reagan. Solo necesité echar un vistazo a su perfil y a esa mirada oscura que llevaba desde que Pablo se había acercado a nosotros para querer corregirlo. La diferencia entre la vida y la muerte era él.

No sabía demasiado sobre mi entrenador, aunque en ese instante no lo consideré necesario, era Arek y me protegería hasta las últimas consecuencias. Era lo más parecido a un amigo real que sentí tener en ese momento, el único que no me consideraba demasiado débil para la verdad, solo se consideraba demasiado débil a sí mismo para desafiar a sus superiores por algo que consideraba que estaba mal.

—¿Estás segura de esto? —giró la cara para verme los ojos.

—Mi madre es la jefa de un bufete importante de abogados, si hay una forma legal de hacer que Pablo no vuelva a ser un gilipollas con ninguna otra chica, la encontrará —compartimos una mirada que lo decía todo sin tener que hablar, ninguno confiábamos demasiado en la velocidad y eficacia de una denuncia en esta ocasión —. Sino vendremos tú y yo una noche a amenazarlo con romperle las piernas —bromeé.

—Bien —lo suyo no era una broma, era una promesa real y dura, lo haría si era necesario con la guía de Fónisa o sin ella.

—Te lo estás tomando demasiado personal para haberlos conocido a los dos hoy.

—No me gustan los abusones.

—Aun así parece que quieras matarlo.

—Parecía importante para ti hace en la cafetería.

—A ti no te afecta.

—Si te hace daño a ti, es problema mío también —soltó sin pensar y casi al instante se mordió el labio, como llamándose bocazas interiormente. Eso no evitó que me diera cuenta de que, de alguna manera, a él también lo afectaba de alguna manera personal.

Heraldos de la MuerteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora