Mi padre tardó apenas unos días en irse. No me despedí. Fue un acto inmaduro y egoísta del que me arrepentí en cuanto se marchó. Tardé demasiado en darme cuenta de que iba a hacer un trabajo y que tal y como estaban las cosas tal vez fuera la última vez que lo viera. No me gustaba pensarlo, me aterraba solo la idea y había estado matándome a entrenar para poder dormir algo por las noches. Las cosas empeoraban en la frontera, aunque evitasen decírmelo para no preocuparme. Ese gesto terminó por asquearme, me hacía sentir encerrada en una urna de cristal, de la misma manera en que me pasaba en Barcelona.
Tardé un par de días en descubrir que Reagan y Kane eran los tíos con los que siempre había soñado cuando era una niña que no comprendía por qué todos tenían familias a las que visitar los domingos y ella no. Empezaron a pasar ratos conmigo, a llevarme a cenar y a consentirme desde el primer momento. Hari y Selene tampoco se quedaron atrás. Me gustaba pasar ratos con Hari en la enfermería o en su laboratorio, era bastante tranquila y la muchas veces nos acompañaba Wyda, que si bien no hablaba demasiado miraba a su madre y sus experimentos con adoración mientras hacía anotaciones impresionantes para ser una niña de 13 años. Selene era lo contrario, era la llama de la vida, no paraba nunca y le encantaba aliarse conmigo para molestar a Kane.
A pesar de todo, el que más se desvivió por incluirme desde la noche en que nos fuimos a comer helado fue Elian, que trataba de hacer todos los planes que pudiera conmigo y que iba religiosamente a mi habitación todos los viernes a tratar de ayudarme a controlar el agua o corregirme la postura con una espada de madera que llevaba de contrabando. Le gustaba decir que no quería que Arek o Alick supieran que me ayudaba para no quitarles el trabajo. Aunque en el fondo, los dos sabíamos que era simplemente para poder hacer la broma de que por mi culpa había tenido que meterse a contrabandista. Sin embargo, lo que más me gustaba de sus visitas nocturnas era la sensación de que volvía a ser normal un rato, que me podía reír o hablar de lo que fuera con él.
—¿Qué te preocupa? —me preguntó uno de los viernes.
Dudé un poco en responder, me preocupaban muchas cosas y no sabía por dónde empezar. Elian me miraba sentado en el tocador de mi habitación, desde donde cinco minutos atrás me había estado contando un chisme de dos chicos del año de Arek a los que no conocía de nada, pero que él decía que necesitaba comentar para no explotar y que su amigo no era lo suficientemente comunicativo como para hacerlo.
—Cuando vine a aquí me prometí que empezaría de cero —empecé torpemente. A él no le importó que dudase —. Son muchas cosas nuevas... Yo...
—Tu padre está bien —me dijo cuando no supe continuar.
A ninguno se nos escapó mi desesperación cuando lo miré esperanzada. ¿Volvería pronto? Tenía muchas ganas de verlo, tenía que enseñarle todo lo que había mejorado en el mes que llevaba fuera con la espada, quería llevarlo a la heladería de Nymeria y Kane me había dicho que cuando volviese me llevarían a ver al tío Dereck.
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Heraldos de la Muerte
FantasíaDos jóvenes, un secreto oculto, una profecía y una inminente guerra. Terris, un mundo que Bree, una lectora apasionada, no pudo llegar ni a imaginar, es el mundo de Arek, juntos van a tener que encontrar la verdad y luchar contra esa vieja profecía...