ᴄᴀᴘɪᴛᴜʟᴏ sᴇɪs

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Acomodo mi bolso en mi hombro a medida que bajo los pequeños escalones a las afueras de la academia junto a Sabrina, por fin después de días sin salir de este lugar podíamos volver a casa.

—Spellman —aparece Nicholas atrás de nosotras haciendo que me gire a mirarlo.

—hola —lo saludo.

Sabrina lo saluda con la mano para luego caminar hacia las vías en donde me espera.

—este será nuestro secreto —murmura entregándome un libro —uno de los diarios de Edward Spellman.

—dijiste que no podías...

—hacerte entrar en el santuario —me interrumpe —no dije que no podía sacarlo por ti.

—gracias —le regalo una sonrisa.

Lo miro una última vez para luego girarme y dirigirme hacia Sabrina y entregarle el diario de su padre para luego comenzar a caminar hacia casa.

—¿Cómo es que...? —pregunta Sabrina ojeando el libro en sus manos.

—no lo sé —me encojo de hombros —pero al menos ahora tienes algo de tu padre que puede ayudarte con el aqueronte.

—¿Crees que la respuesta está aquí?

—quizás...

—gracias Faye —me sonríe.

Entrelaza su brazo con el mío al tiempo que apoya su cabeza en mi hombro. Me hacía feliz poder ayudarla con algo de su padre, yo jamás conocí al mío por lo que no tener una figura paterna a tu lado es algo de lo que realmente se. Cuando niña solía preguntarle a mi mamá quien era mi padre, ella siempre respondía que no existía, que no interesaba saber de alguien que jamás aparecerá, por mucho tiempo eso me hacía sentir mal, incluso lo busque por algunos aquelarres, hasta que un día comprendí que no lo necesitaba, no necesitaba a un hombre que jamás deseo conocerme.

Al llegar a casa subo a mi habitación lanzando mi bolso al suelo para luego dirigirme a mi armario para cambiarme de ropa a algo mucho más cómodo. Me dirijo al atril junto a la ventana en donde me siento, tomo las pinturas y comienzo a pintar en el lienzo en blanco en un intento de distraer mi mente, pensar en mi “padre” me hacía sentir como cuando era niña y creía que un día llegaría a casa, tocaría la puerta y me abrazaría pidiendo disculpas por no aparecer antes.

Las horas pasan con rapidez, en un pestañeo la luz del sol desaparece en el exterior y el lienzo frente a mi estaba completamente pintado, un hombre cabra parado en lo más oscuro del bosque. Presiono el pincel en mis dedos a medida que lo acerco al hombre para pintar unos cuernos en la parte superior de su cabeza.

De la nada un grito a lo lejos llama mi atención, rápidamente dejo el pincel a un lado al tiempo que me levanto de mi asiento. Unos golpes se hacen presente en el pasillo para después ver a mamá ingresar corriendo directamente hacia mi.

—querida —me mira algo preocupada al tiempo que toma mi mano y tira de mi —ven conmigo.

Confundida salgo corriendo de mi habitación junto a ella. Siento su mano presionar la mía a medida que bajamos las escaleras hasta encontrarnos con Sabrina y tía Hilda en la primera planta.

—¿Que es lo que ocurre? —pregunto mirando a todos.

—¿Dónde está ambrose? —pregunta mamá mirando a su alrededor.

—hay un demonio en la casa —me explica Sabrina.

—¿Como que un demonio? —aparece Ambrose desde la sala —¿Que clase de demonio?

—cualquier clase que sea tenemos un protocolo —mamá nos mira seriamente a todos.

—¿Ah si? —tía Hilda la mira confundida.

𝐅𝐀𝐘𝐄 →ɴɪᴄʜᴏʟᴀs sᴄʀᴀᴛᴄʜDonde viven las historias. Descúbrelo ahora