Capítulo 10

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Mew cayó sobre sus rodillas en medio de la sala de urgencias, mientras el dolor por sus heridas y una insoportable e increíble ola de profunda pena e impotencia lo asaltaba. No entendía por qué, pero ni siquiera podía respirar ante el pensamiento de que Tul no estuviera ahí.

—Tul.

Gruñó, sosteniéndolo contra su hombro mientras tomaba su frío rostro entre las manos y lo agitaba gentilmente.

—Maldita sea, no te atrevas a morirte en mis brazos. ¡Tul!

Wanda estaba ahí con un doctor y los camilleros. Colocándose tras él, lo tomó de los hombros mientras el doctor sacaba a Tul de sus brazos.

Mew quería pelear con ellos y aún así sabía que no podía hacerlo. Tenían que salvarlo. No interfieras. No. Interfieras.

El toque de Wanda era gentil, pero no era el toque que deseaba sentir.

—¿Mew? —dijo, con la voz entrecortada.

No pudo responder mientras escuchaba el aviso de un Código Azul. Cogieron a Tul de sus manos y lo colocaron en una camilla antes de llevárselo rápidamente.

Mew se arrodilló ahí en el suelo, haciendo a un lado su ensangrentado abrigo, viéndolos correr con él a través del pasillo mientras su alma gritaba por venganza contra aquellos que lo habían herido.

—Creo que está en shock.

Alguien lo tocó. Mew gruñó, empujando al interno hacia atrás mientras se ponía de pie y se quedaba inmóvil con sus piernas separadas.

—No estoy en shock. Estoy bien.

El interno se quedó mirando a Wanda con los ojos muy abiertos.

—Dulzura —dijo Wanda, tocándolo ligeramente en el brazo—. No estás bien —su mirada se deslizó sobre su golpeado cuerpo—. Estás muy herido y necesitas dejar que el buen doctor te examine.

Mew se limpio algo tibio que le corría por el rostro. Pensando que era sudor miró hacia abajo para verse la mano cubierta de la sangre que le manaba de la cabeza. ¿Cómo podía explicarles que se curaría? Si no le estuvieran mirando fijamente, haría que sus heridas desaparecieran...

Quien no podría sanarse era Tul. Él era quien estaba muerto.

—Estoy bien. Lo juro. Solo necesito ir al baño.

El interno todavía lo miraba con sospecha pero nadie lo detuvo mientras los dejaba y entraba al pequeño baño. Una rabia inmensa lo quemaba. Quería sangre y podía notar como los ojos se volvían rojos. Manifestó un par de gafas de sol sobre los ojos antes de que alguien lo pudiera ver en toda su inmortal gloria.

Su furia era tan grande que le quemaba con un arrebato de poder tan fuerte que fundió las luces sobre él. Pequeñas chispas caían y chisporroteaban mientras luchaba por controlarse.

Sálvalo.

Con un sólo pensamiento podía volverlo a la normalidad. Sin cortes. Sin heridas.

Se lanza una piedra y todo cambia... Podía escuchar la voz de Tong en la cabeza y odiaba esa parte de su conciencia. Toda su vida humana se había arruinado debido a que los dioses jugaban con su destino. De gente trayéndolo de vuelta de la muerte.

Cayendo sobre sus rodillas, gritó con rabia, sin poder mitigar el dolor mientras se frotaba el rostro contra el brazo en busca de cordura. No podía hacerlo con Tul. No podía arriesgarse a salvarlo, por lo que podría implicar para el mundo. Si se suponía que moría, tendría que morir. Se rehusaba a tentar al destino.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora