—¿Qué es lo que hiciste?
Tul saltó al sonido de la profunda voz de Mew detrás de él. Culpable por haber contactado a su amigo, giró en redondo para enfrentarlo y se paralizó al verlo. Vestido con pantalones negros y botas, había dejado que su húmedo cabello colgara libremente sobre sus hombros. Buena noche, el hombre era increíblemente apetecible. Pero fue la descolorida camiseta gris que tenía un montón de esqueletos la que realmente lo cogió con la guardia baja y lo hizo preguntarse si su propensión por ellas no le haría asesinarlo por lo que había hecho a sus espaldas.
Aclaró su garganta y trató lo mejor de no parecer nervioso.
—¿Qué?
—Encendiste algo mientras estaba en la ducha y me congelé hasta el cerebro.
Aliviado que fuera todo lo que le señalara, se rio.
—Lo siento. El lavavajillas. No lo volveré a hacer.
—Por favor, no. En un minuto estaba escaldado, al siguiente congelado.
Tul frunció el ceño cuando observó el tatuaje del dragón de vuelta en su antebrazo, donde había estado originalmente.
—¿Es alguna clase de truco temporal que usas para joder la cabeza de las personas? Juraría que se mueve a diferentes partes de tu cuerpo.
Antes que pudiera contestar, sonó su teléfono. Tul gruñó ante el sonido.
—Sabes, entre los dos, no tenemos un segundo de paz con estos estúpidos teléfonos — contestó, sorprendido de encontrar a Bruce—. Hey, cariño. ¿Encontraste el diario para mí?
—No. Alguien asesinó a Dimitri anoche y saqueó su casa. Deben haberse llevado el libro.
Abrumado antes las inesperadas noticias, Tul soltó el teléfono mientras el horror y el dolor lo envolvían.
Mew apenas lo agarró antes que cayera al suelo, sollozando.
—Respira —susurró él.
Pero no parecía escucharlo mientras decía, —no, no, no— en un tono bajo.
Mew levantó el teléfono del suelo.
—¿Hola?
—¿Dónde está Tul? —demandó un hombre.
Mew lo miró. Tenía las piernas juntas contra su pecho y sollozaba sobre ellas mientras se cubría la cabeza con un brazo.
—Está realmente perturbado. ¿Qué ocurrio?
—Uno de nuestros amigos fue asesinado anoche.
Mew apretó los dientes cuando recordó el horror de las horas finales de Dimitri, nadie merecía eso.
—Está bien. Haré que te llame cuando esté más calmado. —Colgó el teléfono y tiró de Tul contra él.
Tul enterró el rostro en su hombro y envolvió los brazos en su cuello en un abrazo de hierro que de alguna manera lo lastimó.
—¿Cómo puede estar muerto? ¿Por qué?
Mew lo sostuvo más cerca.
—No lo sé, Tul. La mierda nos cae a los mejores.
—No. No por un jodido libro —Su lenguaje lo sorprendió y le dejó saber exactamente cuán enfadado estaba—. Por favor, Mew, dime que un libro no vale la vida de un hombre—. se levantó del suelo y agarró el teléfono.
—¿Qué estás haciendo?
Apartando las gafas, se secó los ojos mientras sus mejillas se enrojecían de rabia.

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15 MewTul
FanfictionEsclavo de mi pasado y ¡Vivan los novios! Aquí todos odiamos a la diosa perra Artemisa »Resumen adentro