Mew 14

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23 de Junio, 9527 A.C.

Mew se sentaba sobre la barandilla de su balcón en la oscuridad, completamente borracho, mientras observaba el elaborado vestuario de los invitados que llegaban para la fiesta de cumpleaños abajo, en el palacio. Apretaba la espalda contra el edificio, mientras que las piernas se extendían ante él en un precario equilibrio. No estaba seguro de cuánto había bebido hasta el momento.

Desafortunadamente, no era lo suficiente para matarlo. Pero si tenía suerte, quizás todavía podría caerse a las rocas desde donde estaba encaramado, a unos trescientos metros más abajo y moriría allí horrorosamente.

Eso jodería definitivamente la fiesta de cumpleaños de su hermano gemelo. Por primera vez en semanas, se rio ante el pensamiento de Joss cayendo fulminado frente a los nobles y dignatarios congregados.

Les estaría bien empleado.

—También es mi cumpleaños —gritó sabiendo que nadie podía oírle. Incluso si pudieran, no les importaría.

Mew volvió la cabeza y se encogió cuando el dolor le atravesó. Odiaba el hecho de sólo Artemisa pudiera provocarle tanta angustia. Se había protegido tan cuidadosamente a sí mismo de la crueldad de los demás. Pero Artemisa, le hería a un nivel que nadie más conseguía.

Y al igual que todo el mundo, no le importaba cuanto le lastimaba.

Y otra vez, debería estar agradecido. Al menos este año no estaba celebrando el aniversario de su nacimiento en prisión...

O en un burdel.

Siempre solo. Incluso cuando estaba entre una muchedumbre, rodeado por gente, estaba solo.

Verdaderamente, estaba cansado de esto. Nadie le quería. La única razón por la que su mal llamada familia se preocupaba de si vivía o moría era por que si él moría, su amado Joss moriría también.

—Ya he tenido bastante.

Aunque sólo tenía veintiún años, estaba tan cansado como un anciano. Había vivido más que sus años y no quería más dolor. Ni más soledad.

Era hora de acabar con esto.

Las voces que oía en la cabeza gritaban ahora con más fuerza. Le llamaban a casa...

Mew se puso de pie sobre la barandilla. Los vientos se alzaban desde abajo, por encima de él, moviendo su cabello mientras bajaba la mirada hacia el mar oscuro. Tiró la copa y observó cómo caía dando tumbos hacia abajo, desvaneciéndose de su vista.

Un paso.

Sin dolor.

Todo terminaría.

—Es la hora —tomó aliento. Esta vez no había nadie allí para detenerle. Ninguna Ryssa que tirara de él hacia atrás. Ningún padre que le atara y se lo impidiera. Ningún Estes que llamara al médico.

Libertad.

Cerrando los ojos, se dejó ir y dio un paso adelante.

Miedo y alivio le estremecieron mientras se precipitaba a través de un aire sin peso. En un momento conseguiría la paz tan largamente buscada.

De repente, algo duro le golpeó el estómago. Mew jadeó de dolor. Abrio los ojos por reflejo.

En vez de caer se estaba elevando, alejándose del mar. El sonido de las olas rompiendo contra las rocas fue reemplazado por el fuerte batir de alas gigantes. Se volvió y vio a una demonio sujetándole. Justo como el oráculo había predicho.

—¡Suéltame! —gritó intentando liberarse.

No le soltó. No hasta que le devolvió al balcón donde había estado.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora