Capítulo 03

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Tres días más tarde cuando atravesaba caminando el campus hacia su despacho, Tul estaba lo bastante encolerizado como para escupir clavos de hierro. Qué atrevimiento por parte del doctor Alexander, darle su diario a ese... ese...

Un día iba a pensar en una palabra que describiría adecuadamente la particular especie de rastrero, del arroyo, repugnante, ... infame, de Mew.

—¿Doctor Natachai?

Se dio la vuelta para ver a Kyle Peltier, uno de sus estudiantes, corriendo hacia él. Era el típico estudiante de penúltimo año, con el pelo rubio y una cara dulce. Acababa de trasladarse de otra facultad este semestre y era uno de sus mejores alumnos.

—¿Sí?

—Un amigo mío me pidió que le diera esto. —Él le ofreció una caja envuelta en papel de embalar.

Tul contempló el inesperado regalo.

—No entiendo.

—Yo tampoco, pero cuando él pide un favor, haces el favor sin preguntar por qué.

Tul frunció el ceño ante sus crípticas palabras mientras cogía la caja. De inmediato Kyle se fue corriendo antes de que pudiera preguntarle algo más.

—Bien eso fue interesante. —La caja era pesada. La sacudió, pero no podía imaginarse que era lo que podría contener.

Con su suerte actual, una bomba.

Apartando el pensamiento, se dirigió hacia su pequeño despacho, agarró una taza de café y luego empezó a abrirla, lo cual era más fácil decir que hacer. Parecía que el obsequiante la había sellado herméticamente precintándola con cinta adhesiva.

—¡Odio cuándo la gente hace esto!

Finalmente, después de no menos de cinco minutos, fue capaz de separar la tapa de la caja y liberarla de un tirón. Al abrirla, se quedó helado. Esta contenía un martillo, un manojo de hojas de olivo, una nota atada a una solitaria rosa roja, y una bolsa de cuero del mismo tamaño que un pequeño libro. Con el corazón palpitando, levantó la bolsa de cuero marrón y la abrio para encontrar su diario.

Una sonrisa curvó sus labios. Así que el pequeño monstruo había hecho lo que debía. Entonces fue capaz de reírse por lo del martillo y «las ramas» de olivo que él había puesto dentro. Sacó su nota y la abrió para encontrar una hermosa letra masculina.

No soy realmente el idiota que piensas que soy. El diario es de una mujer joven en una aislada parte de Grecia y documenta su vida durante aproximadamente dieciocho meses. Es una lectura más o menos aburrida, pero si quieres más detalles, llámame. 555-602-1938.

Eirini, Mew

Eirini, paz en griego. Tul sacudió la cabeza. No el idiota, pensó, sí de acuerdo. Pero era una especie de gesto dulce y le había devuelto su diario.

Con una rosa.

Sosteniéndola en alto, inhaló la dulce fragancia y sopesó si quería o no poner los ojos de nuevo en el troll.

Sosteniéndola en alto, inhaló la dulce fragancia y sopesó si quería o no poner los ojos de nuevo en el troll

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