El diario de Ryssa 07

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17 de Mayo, 9529 A.C.

Estaba hoy en el mercado, comprando con mi sirvienta Sera cuando vi un hombre excepcionalmente alto pasar por mí lado. Al principio, pensé que era Joss, sobre todo cuando una repentina ráfaga de viento retiró la capucha de su cabeza y vi su rostro increíblemente guapo.

Pero cuando empecé a llamarlo, me di cuenta de que usaba el chitón escarlata de una prostituta —estaba prohibido por ley que las prostitutas aparezcan en público usando cualquier otra cosa y sus cabezas siempre debían estar cubiertas. Si una prostituta era descubierta mezclándose con la gente sin vestir de ese modo para advertirle a las personas "decentes" de lo que eran, podían ser ejecutadas.

Mew rápidamente se cubrio de nuevo la cabeza mientras se movía a través de la multitud.

Lucía mucho mejor que la última vez que lo había visto. Su piel estaba dorada y bronceada, y ya no era dolorosamente delgado. Su chitón cubría un hombro, dejando descubierto el otro. Un brazalete de oro grabado rodeaba su bíceps izquierdo en un musculoso brazo.

Para mí, él era sin duda el más guapo de los hombres —incluso siendo mi hermano. Tendría que ser ciega para no notarlo.

Dejando a Sera buscando más tela, lo seguí, agradecida de encontrarlo vivo y bien.

Sin embargo, rompía mi corazón que se siguiera vendiendo.

Se reunió con una atractiva mujer mayor en una de las cabinas, quien sostenía un anillo frente a él.

—¿Te sirve? —le preguntó.

Se lo entregó nuevamente a ella.

—No quiero un anillo, Catera. Pero te doy las Gracias por haberlo pensado.

Ella le regresó el anillo al vendedor, luego recorrio de arriba y hacia abajo su brazo desnudo en una íntima caricia.

Una caricia de amantes.

Él no reacciono en absoluto.

—Mi precioso Mew —le dijo con una risa—. Eres tan diferente a mis otros empleados. Tomas sólo lo que ganas y das propinas a todos los sirvientes, por eso son tan amables contigo. Creo que nunca voy a entenderte. —Ella tomó su mano y lo llevó a través de las cabinas—. Unas sabias palabras para ti, akribos, necesitas aprender a aceptar regalos.

Él se burlo de sus palabras.

—No hay tal cosa como un regalo. Si yo aceptaría eso de ti, tarde o temprano me pedirás un favor a cambio. Nada en la vida es dado verdaderamente sin esperar algo a cambio.

Catera le hizo ruido con la lengua

—Eres demasiado joven para ser tan cínico. ¿Que te hicieron para que seas tan desconfiado?

Él no dijo nada.

Pero en mi corazón, yo sabía los horrores de su pasado. Sabía lo que le había robado su confianza. No dudaba que yo era uno de los factores clave que lo habían convertido en este amargo extraño que apenas reconozco.

A medida que caminaba, la mujer hablaba sin cesar, tratando de atraer su atención hacia otras baratijas y cosas así. Él sólo las miraba silenciosamente, y luego seguía caminando.

Me quedé atrás, asegurándome de que no me vieran. No que fuera difícil. Mew mantenía la mirada gacha como si no quisiera mirar a nadie alrededor de él mientras que Catera sólo lo veía a él.

Un hombre se acercó a ellos y tiró de ella.

Mew avanzó unos puestos más mientras ellos hablaban. Me dolía verlo. Ver la forma en que los vendedores curvaban sus labios al mirarlo. La forma en que las personas "decentes" evitaban mirarlo o miraban despectivamente a sus ropas.

15 MewTulDonde viven las historias. Descúbrelo ahora